Vuelvo a invocar a Paul Frère, cuyo nombre distingue en Spa-Francorchamps el vértice siguiente a Stavelot y anterior a Blanchimont, «la 16» para los recién llegados que se ven incapaces de asimilar que, antes de que nacieran, las curvas tenían alma y, a veces, alma y apellido.
Lo he contado en otras ocasiones pero da igual, lo repetimos: Frère manifestaba más afinidad con los trazados cuanto más complejos resultaban sus giros, y ahora que Liberty deshoja la margarita de si el belga se mantiene o no en el calendario 2023 —de momento es duda—, me intriga imaginar qué opinaría el periodista y escritor francés, también piloto de carreras y vencedor de las 24 Horas de Le Mans, entre otros matices, sobre el menú que poco a poco nos va obligando a consumir la patrona de la Fórmula 1 con la aquiescencia de equipos y FIA.
Es sencillo imaginar el siguiente episodio: los conductores cada vez tienen menos oportunidad de demostrar su destreza y creatividad al volante, y, en consecuencia, será más y más complejo defenderles cuando alguien los llame «nenazas», y, como de costumbre, será gracias a la negligencia y cortoplacismo de los cuadros que gobiernan el deporte, que buscan la excelencia eliminando el chocolate de la dieta del loro y santificando la mediocridad para mayor gloria de sus bolsillos.
Os leo.
1 comentario:
Seria para mi un sacrilegio que no contáramos con Spa en el mundial de F1. Es una pista fantastica que tiene casi de todo y desde luego mucho mas apropiada que por ejemplo Montecarlo para una carrera de los actuales F1.
Un saludo.
Álvaro
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