lunes, 15 de agosto de 2022

No es país para bobos

Otmar Szafnauer cumplía años este pasado sábado y no faltó quienes ocuparon el día insultándole en redes sociales —guardad las automáticas pues da igual las filias y fobias de los aludidos, ya que algunos seguidores de otro o de otros, desean la muerte o dicen cosas feísimas de los de más allá, o de éste; en realidad qué más da—, e inevitablemente surgía el debate sobre la futbolización de nuestra disciplina, como si el fútbol fuera el Eje del Mal y nuestro verdadero problema no fuese la hiriente falta de cultura automovilística, además, fomentada desde arriba.

Empiezas por dar un valor que no tienen a los números, los récords y toda la parafernalia propia de la creación de ídolos de plastilina pero muy mediáticos, bautizas The Great Of All Time a quien quizás no lo merece tanto, no haces más que ver a Senna en cualquier lance o hazaña, te olvidas recurrentemente de los otros 19 pilotos que componen la parrilla, llamas viejo a cualquiera y le invitas a irse, etcétera, y con la tontería has generado un caldo de cultivo perfecto para que salgan los gilipollas como setas en otoño, que creen que saben porque leen o escuchan a tipos a los que jamás habría que dejar un teclado en las manos o un micrófono cerca de la boca.

La culpa no es del balompié ni de los futboleros —obsérvese que estoy contradiciendo al Nano—, sino de quienes tratan nuestro deporte como si fuese fútbol y desearían ganarle la partida de las audiencias cometiendo los mismos o peores pecados, cuando, a mi modo de ver, la F1 merece mucho más respeto porque su historia es infinitamente más sacrificada.

No, ni Lobato ni pollas en vinagre. Los de Sky Sports dicen las mismas chorradas pero en inglés. Liberty Media sí tiene mucha responsabilidad en esto de pretender convertirnos en meros consumidores de contenidos, y la FIA también, y, desde luego, todos aquellos que prosperan en redes sociales y medios de comunicación incentivando la polarización, insistiendo una vez y otra, y otra, en si queremos más a papá o mamá, traficando con carnets y sellos de calidad o buena conducta, tratándonos como putos críos todos los días, a todas horas, consintiendo que Netflix nos traduzca las temporadas porque viene bien al negocio, y justificando que sea así porque siempre ha sido así cuando no es cierto.

No sigo porque Nürbu está plagado de avisos de lo que estaba por llegar y ha terminado llegando. 

En lo que a mí respecta, sólo me queda desear al bueno de Otmar todas las cosas buenas que le puedan suceder en este quincuagésimo octavo año que acaba de estrenar. Las merece, sin duda, que vaya temporadita lleva a cuestas.

Os leo.

1 comentario:

Jarenito dijo...

Yo creo que es muy diferente el opinar sobre él en un blog, que al fin y al cabo él no tiene porqué ver, y si lo ve y no le gusta nadie le obliga a entrar a leerlo lo que pone; y el hecho de ir a su cuenta o ir a decirle a él que es imbécil o que ojalá se muera.

Lo primero es normal, lo segundo es de tarados mentales.