sábado, 13 de agosto de 2022

La mujer barbuda

Al paso que va la burra no debería extrañarnos que Toto Wolff siga teniendo pesadillas con el final de Abu Dhabi 2021 o considere que la FIA debe sobrerregular, «inexcusablemente», lo que ya estaba regulado pero perjudicaba a Mercedes AMG porque Brackley no ha sabido hacer los deberes, mayormente.

La mujer barbuda nos ha salido ligera de cascos —nada reprobable, a ver—, pero es quien manda en El Circo y conviene aceptarlo para entender por qué las cosas son como son y no cambiarán así como así, al menos en unos añitos. 

Mercedes-Benz motoriza actualmente al 40% de la parrilla y Wolff controla el porvenir profesional de un generoso ramillete de pilotos, bien directamente o a través de figuras totalmente legales, las mismas florituras que lo sitúan en el accionariado de Aston Martin «sin pretender ninguna influencia» (sic) o siembran dudas de si su salida de Williams fue efectiva o dejó rastros ilocalizables en la actualidad, un suponer. 

El austriaco no entiende la diferencia entre autoridad y poder y ejerce este último como si no hubiera mañana. Le han dejado amasarlo, puede ejercerlo sin que nadie se lo reproche ni le cambie una coma, y, en consecuencia, ahora es imprescindible, la reina de la carpa, y sus caprichos dibujan las líneas maestras del universo mientras hace su numerito de fenómeno extraordinario y cosecha todo el éxito del mundo porque es lo normal cuando se dirige el cotarro bajo la luz de los focos, en los despachos y también en la umbría de los pasillos. 

¿Deporte? Bueno, siempre ha sido una bonita palabra.

Os leo.

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