viernes, 12 de agosto de 2022

Obras son amores

Creo lo justito en la excelencia que nos venden los anglosajones. Tal vez, sí, ¿sí?, ¡veremos!; en una palabra, me lo tomo con bastante filosofía porque son ya algunos añitos sufriendo la insoportable tendencia de la prensa especialista isleña a hacer listas de mejores y peores, de winners y losers, de escoger guías del desfiladero, tontos o tramposos, que tal parece que no saben vivir sin catalogar a la peña como buenos y malos, para que luego vengan y elijan a Boris Johnson como chamán de su tribu.

Red Bull vive de las rentas de compartir pelea en la cabeza de la parrilla con una Ferrari que no da pie con bola, y hasta aquí puedo leer.

¿Mérito? Sin duda la austriaca lo tiene. Hay que estar ahí, siempre, siquiera por si hay suerte, pero si la diosa Fortuna te bendice no en una ni dos ocasiones sino setenta y siete veces siete, en Gorliz diríamos que tienes una flor en salva sea la parte, que no pasa nada por disfrutar de tan amable coyuntura, pero nos ahorraríamos el bochorno de intentar analizar el alma de una piedra cuando las matemáticas dan para entender que si La Scuderia hubiera estado dónde y cómo la esperábamos, la supuesta excelencia de Milton Keynes se diluiría como un azucarillo en agua tibia.

Os leo.

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