sábado, 18 de abril de 2020

Detrás de los récords


Comúnmente se da por bueno que Adolf Hitler sufrió una especie de fiebre por los récords de velocidad sobre asfalto, y que por ello llevó a su gobierno a invertir toneladas de dinero en las fábricas de Auto Unión y Damiler-Benz con tal de demostrar al mundo que la industria alemana del automóvil era la mejor del mundo...

No es falso, la verdad, aunque oculta una realidad diferente, pues Hitler no pretendía convertir Alemania en el principal proveedor de automóviles sino poner toda Europa bajo su bota. Este matiz nos permite entender el enorme gasto destinado, la importancia de enseñar músculo y la alegría que producía al Führer cada récord batido por los Rekord Woche, ya que cada uno de ellos era, también, una señal enviada a la URSS y sus posibles enemigos, al respecto de que la industria nazi estaba preparada para cualquier contingencia y acumulaba una enorme ventaja.

Podemos circunscribir el asunto a que El Tercer Reich facilitó que lo más granado de su sector automotriz aplicase los descubrimientos y avances aerodinámicos logrados en el Instituto de Investigación Aeronáutica, (LFA, Luftfahrtforschungsanstalt). Y conviene recordar aquí que la importancia de la aviación resultó apenas anecdótica en el desenlace de el Gran Conflicto de 1914 pero fue crucial en la II Guerra Mundial, y que su mayor desarrollo en tanto a innovación y desarrollo, se focalizará en los años 30 del siglo pasado precisamente en territorio alemán —baste decir que el FST (Full Scale Tunnel) de la NACA en Langley consistía en un centro que contaba con alrededor de 350 ingenieros capacitados, y que, en 1937, la maquinaria que manejaba Hermann Göring integraba cinco instalaciones completas en las que trabajaban miles de especialistas.

Bien, hecha la contextualización vamos con el Mercedes-Benz W25 Record Closed de 1934, una versión totalmente carenada del vehículo que ayudará a Rudolf Caracciola a obtener el Campeonato de Europa en 1935, y que veremos al final de este texto en manos de Lewis Hamilton.

El W25 Grand Prix era un digno representante del concepto P-Wagen (coche de Gran Premio) definido por Ferdinand Porsche años antes. Diseñado por Hans Nibel y Max Wagner, marcó el despegue definitivo de la de Stuttgart en el mundo de las carreras. Pesaba 750 kilos e iba propulsado por el Straight-8 M25A de 3.360 centímetros cúbicos y 280 caballos de potencia nominal, dispuesto en posición frontal, y contaba con un chasis en acero prensado, paneles del mismo material y una delicada y ligerísima carrocería elaborada en aluminio.


Nuestro protagonista de hoy es un modelo a escala de la marca Spark y refleja el cohete que condujo Rudolf Caracciola en el circuito de Avus (Automobil-Verkehrs- und Übungs-Straße) en febrero de 1934, donde alcanzó una velocidad de 311,98 km/h. en la modalidad de 5 kilómetros.

Existe otra variante del mismo automóvil usada por Carach en octubre de ese mismo año en Gyon, Hungría, cerca de Budapest, con un capot más pulido aerodinámicamente, con la que el astro de Remagen consolidó los 317,5 km/h. en kilómetro lanzado y 316,6 km/h. en milla lanzada, así como 188,6 km/h. en la milla terrestre con salida en parado. En ambos casos, AVUS y Gyon, el Mercedes-Benz W25 Record Closed montaba el Straight-8 M25B de 3.980 centímetros cúbicos y 430 caballos, y vestía la carrocería que lo ha hecho tan característico porque recuerda, precisamente, a un avión al que le han quitado las alas y le han puesto ruedas.


Como mencionaba hace unos párrafos, para terminar tenemos una bonita imagen del W25 rodando en el Nordschleife con Lewis al volante. Era 2009, durante un evento de Mercedes-Benz en El Infierno Verde, el circuito donde venció en su estreno, y, francamente, la base del Record Closed lucía imponente y hermoso.

Os leo.

1 comentario:

Sebastián dijo...

Entrevista a Juan Manuel Fangio, 1990.

"Fangio cuenta sus secretos y anécdotas en pista - A Todo Motor"

https://youtu.be/epn7rYRZuOY