Pongamos en fila 10 residencias de esas que gozan de parcela al lado de un lago, jardín con velador, ochocientas habitaciones, otros tantos baños y un apartamento para el perro, que cuando las compras te grita el vendedor: ¡Bienvenido al selecto club de los propietarios de una mansión de 1.000.000 de dólares!, y nos podremos hacer una idea mejor, y más adulta, de lo que necesita un tipo como Lello Marciello para aspirar a ser considerado por los de la supremacía técnica, poco menos que como un miserable tornillo en el deslumbrante y complejo engranaje de una escudería de Fórmula 1, y eso si hay suerte.
Bueno, a decir verdad, Raffaele ha dicho que se busquen las mansiones los que pretenden vivir a cuenta de gorra, porque el boleto a la fama sale caro de cojones. Punto pelota.
Vista la cosa en perspectiva y aceptando que saldrá alguien a explicarnos que Marciello es tan bocazas como Alguersuari, o que esto siempre ha sido así y no era precisamente barato, conviene matizar que no es lo mismo intentarlo solicitando un crédito a un banco, con el aval, o no, de tu señor padre o señora madre, que hipotecar a toda tu estirpe por los siglos de los siglos, para que los cuatro de siempre sigan jugando a los negocios cuando la competición, en el fondo, les importa un comino.
Vale, el premio puede ser muy gordo, pero la realidad es la que es y no deja de ser chocante que el tinglado esté montado para exprimir a quien quiere hacer carrera en la máxima disciplina del motorsport, porque cuando la cosa de la viabilidad del equipo revienta por algún sitio, se suele salir más o menos airoso con ponerlo a la venta y meter a Bernie en las negociaciones.
Algo falla en todo esto y no es la ausencia de patrocinadores, puesto que es más que comprensible que les entre la risa floja al escuchar este tipo de cifras, cuando el objetivo es subirse a un Manor o un Sauber, para empezar como empezó Rio Haryanto, un suponer, y el horizonte cercano se sitúa en que que no hay retorno y a mitad de temporada la inversión se verá obligada a apearse del vehículo para dejar hueco al siguiente que quiera intentarlo, y traiga la correspondiente tela, of course!
Al paso que vamos, los millonarios y sus hijos van a copar la parrilla aunque no sepan hacer la o con un canuto. O a lo mejor los septuagenarios que compran Rolex y tanto le gustan a la Bruja de Blancanieves, acaban interesándose por echar el ratito al volante de una de esas fabulosas máquinas que producen los equipos y que son tan caras de sostener, para hacer, por ejemplo, lo que hizo Mohammed Ben Sulayem con un R28 en Dubai, pero en una prueba oficial del calendario, o dos, o quien dice dos dice tres...
Todo sea por sostener económicamente el espectáculo... No desesperéis, seguro que se les ocurre algo.
Os leo.
2 comentarios:
Bigotum al aparato:
Sólo diré: Roberto Merhi...
Ahí lo llevas...
Cuánta razón, es una pena que esto ya sea algo habitual en nuestro deporte, o lo que queda de el. No se que será lo siguiente, no bueno, eso está claro, solo falta que venga Ronaldo diciendo que compra una escuderia porque su sueño siempre fue pilotar un F1.
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