viernes, 14 de noviembre de 2014

Bernie varado en la playa


Si ayer compartía con vosotros la imagen de Frederika, la simpática abuela de Sacha Goldberger y cómplice protagonista de las travesuras de su nieto en Super Mamika, hoy abro la entrada con el retrato a mano alzada que ha hecho Ivan Khomenko del encuentro entre Bernard Charles Ecclestone y la prensa, en la playa alejada del mundo donde habita el primero —el periodista camina vestido de rojo, por si había dudas—.

Y el asunto es que la cosa no ha ido todo lo bien que debería. Al de Suffolk se le ha escapado que la juventud se la pela, por ejemplo, que las redes sociales le parecen una soberana chorrada porque a él lo que le interesa es la gente de 70 años que tiene pasta para comprarse un Rolex y tal, y que a Caterham y Marussia no las echará en falta nadie. Vamos, que siendo malpensados se podría decir que el octogenario tenía un mal día, uno de esos en que se ha levantado con el pie izquierdo, uno de esos otros en que no ha pasado de la primera pantalla de Assassin's Creed o uno de esos de más allá, en que le ha dicho a Fabiana que si había tema y esta le ha contestado: ¿oyes las risas?

Entiendo a Bernie, a los que no entiendo ni entenderé jamás es a los que le han estado riendo las gracias hasta que han visto las orejas al lobo, porque esta tarde, toda esa grandilocuencia que se jactaba de que el británico era un tiburón imprescindible para el negocio, literalmente ha entrado en pánico.

No es para menos, lo reconozco. Sigues a ciegas a un tipo que te encandila, le dedicas panegíricos y hagiografías y en cuanto te descuidas, ¡zas en toda la boca! que diría Charly: descubres que la senilidad lleva más peligro que un revólver cargado en las manos de Koba. Y de pronto, el futuro se desvanece y ¡ay madre mía, de qué escribiré mañana?

Ecclestone es la Fórmula 1 y eso es lo malo. Él dicta, él sanciona, juzga y sentencia, y él es el responsable de todo lo que está sucediendo, desde la primera coma hasta el último punto y aparte. Y si nos hacía tilín hace unas horas porque a depredador manchesteriano no le ganaba nadie, no entiendo muy bien por qué nos da tanto miedo ahora que nos ha enseñado sus partes pudendas.

He escrito sobre la caducidad del coño modelo de explotación hasta hartarme. Lo he puesto a parir y he aventurado su fractura hasta el punto que me da vergüenza incidir de nuevo en ello, pero el tiempo que nadie esperaba ha llegado y toca mirarse en el espejo de lo que se ha labrado entre risas y permisividad suicida. Bernie es el caos porque alababa a Hitler y secaba las babas de Putin con su pañuelo, y cuando los dictadores desaparecen, acostumbran a hacerlo como Nerón y su lira, a lo grande, que diría mi amigo Jorge Eduardo: arrasando con todo.

La Fórmula 1 necesita pasta y Ecclestone la está devaluendo para que resulte asequible a los futuros compradores. No hay más. Ni siquiera tenemos como contraste a ese efebo aristocrático que interpretaba tan inmaculadamente bien el ya desaparecido Luca Cordero di Montezemolo. Marchionne no sabe dónde está el botón del holocausto y mientras lo encuentra, surcamos el cielo en caída libre, como Alan Eustace.

Pero no tengamos miedo ni vértigo, entre el Bernie varado en su playa y nosotros, todavía existe una cintita amarilla que nos previene de que hay radiación en el entorno.

Sed felices. Os leo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Alea jacta est... hace ya demasiado tiempo.



King Crimson

Jose Tellaetxe Isusi [Orroe] dijo...

Buenos días, Carlos ;)

Pues sí, a ver si se jubila de una puñetera vez y nos deja en paz, que ya va siendo hora :P

Un abrazote ;)

Jose