jueves, 27 de noviembre de 2014

Los «webs» de Vergne


Si algo me mereció la pena del pasado Gran Premio de Abu Dhabi, fue ver a Vergne poniéndole las cosas realmente díficiles a Daniel Ricciardo, sobre la pista, donde hay que hacerlo, se entiende.

No sé si os ocurrió parecido, pero comprobar que el tipo que ha ganado 22 de los 30 puntos que han situado a Toro Rosso por encima de Lotus en la tabla de constructores, no había perdido el olfato ni las ganas de luchar sobre el asfalto, desterró de mi cabeza esa idea boba que da por sentado que los chicos de Faenza están para tender alfombras rojas a los de Red Bull, mayormente si van conducidos por Sebastian Vettel.

Es verdad que Ricciardo acabó superándolo, que el francés sabía que su historia en la italiana había finalizado, que podría ser que tuviera constancia ya de que le habían usado como señuelo [Esperando a Jean-Éric]. También es cierto que el australiano no era el alemán, pero no me negaréis que existió una épica profundamente poética en ese acto de rebelión momentánea que protagonizó el individuo que lanzó la iniciativa «Tous Avec Jules #17», y que con arrestos de los auténticos puso patas arriba hace unos días, toda la liturgia meapilas que ha salpimentado la mercadotecnia que rodea en la actualidad al tetracampeón más joven de la historia.

Lo de menos a estas alturas de la película es que Red Bull haya promocionado a Daniil Kvyat y sus rublos de cara a 2015, que el propio Vergne pudiera haber actuado bajo la sombra del despecho y la venganza. Lo importante, al menos para mí, fue constatar que en Toro Rosso hay habido sangre de la buena y no mansedumbre a espuertas; que cuando deja a sus conductores hacer, pues hacen lo que que todos los pilotos de carreras: lo que hizo en Abu Dhabi 2010 Vitaly Petrov o Kevin Magnussen en Bélgica 2014, vamos. Que Faenza entera, en definitiva, ha servido de mamporrera a Red Bull y que más allá de las bridas con que someten los equipos a sus currelas, la libertad acostumbra a hacer milagros cuando la dejan aflorar de entre rejas.

Jean-Éric, el domingo pasado, era un piloto más. Con una herramienta inferior a la de Daniel, sí, pero uno más de un elenco compuesto sobre el papel por veinte o veintidos conductores y no por la parrilla entera menos dos. Los dos de siempre, los dos pagafantas, los dos que hacen el trabajo sucio de oponer resistencia a los rivales mientras se dejan pasar en cuanto el líder de la manada aparece en los retrovisores. Los dos que siempre tenían un gesto a mano para con el gran Sebastian.

La simbiosis entre Toro Rosso y Red Bull era perfecta hasta este domingo pasado. Dos equipos actuando practicamente bajo las mismas premisas, como una maquinaria bien engrasada porque era preferible quedar segundos a ganar como Ferrari (Dietrich Mateschitz dixit), parecían por primera vez en cinco años, dos equipos realmente diferentes —imagino la cara que se le pondrá a Vettel el año próximo, cuando descubra cómo juegan los Toro Rosso con los de Maranello—.

Visto lo visto, las piezas encajan y me parece incluso razonable que a Jaime le dieran puerta cuando no tenía alternativa ni para irse a la cuneta con la cabeza bien alta, y no me cabe ninguna duda ahora, de que se han quitado de encima al compatriota de Bianchi promocionando a Kvyat y sus 8 puntitos de nada.

Y es que ver a Vergne echándole pelotas y poniéndole las cosas difíciles a Ricciardo sobre el trazado de Yas Marina, aunque fuese por unos miserables instantes, me hace recapacitar sobre esa cuota de verdad que puede residir en aquello que se dijo al respecto de que en el simulador, Alguersuari fue ciertamente mucho más rápido que Vettel.

Os leo.

No hay comentarios: