Cuando pensábamos que ya estábamos de vuelta de todo y nada podía sorprendernos, ha bastado la lluvia y una temperatura extremadamente baja del asfalto en Las Vegas, así como su paulatino declive, para que hayamos disfrutado de monoplazas F1 disputando la clasificación montando gomas con ribete azul, de esas que no solemos ver salvo para que los pilotos se las quiten de encima cuanto antes.
Aquí, la menor elasticidad de las carcasas y el tallado y dureza de la banda de rodadura han jugado a favor del milagro, pero apuntemos este día por la perplejidad que aún nubla el sentido de muchos supuestos entendidos en la materia, y sobre todo porque hemos asistido a una de esas clases magistrales que nos aguarda en cualquier esquina.

















































