miércoles, 21 de mayo de 2025

F1 familiar


Liberty Media y Disney estrechan lazos [Disney apuesta por la Fórmula 1: una alianza que pisará el acelerador en 2026], lo que nos aclara por qué la FIA se ha puesto como se ha puesto con las palabras malsonantes durante las ruedas de prensa o a través de la radio, aunque abre un melón bastante interesante.

Vaya por delante que, imagino, en sitios como Las Vegas o Miami no desentonará que Mickey Mouse conviva con cualquier expresión de los siete pecados capitales siempre y cuando se respete el copyright, pero, ¿qué haremos a partir de la temporada próxima en santuarios del glamour como Mónaco?

En principio, el glamour se relaciona con la elegancia, la belleza y las propiedades caras, pero no hemos nacido ayer, y conocemos de sobra que esa fascinación también tiene que ver con lo que se intuye detrás y rara vez salta a la vista, y, sobre todo, con la envidia que provoca todo ello en los que llegamos a duras penas a fin de mes. El ser humano es voyeur por naturaleza y sólo le hace falta intuir la mínima posibilidad de que entre bambalinas exista cualquier actividad que excite los sentidos, para que se fascine con cualquier tontería, ya que lo inaccesible atrae a nuestra especie como las cajas de cartón a los gatos. 

Montecarlo es sinónimo de glamour por todo esto y porque se ha labrado un amplísimo historial glamuroso que ha amplificado su eco en la literatura, en el cine, en la publicidad, etcétera, y desde 1929 ofrece una carrera de monoplazas por sus calles que encajaba perfectamente en el contexto que acabamos de dibujar en el párrafo anterior, básicamente porque, hasta tiempos recientes, a su manera suponía un desafío al alcance de muy pocos y provocaba sensaciones difíciles de apreciar en otras citas del calendario. 

Pero Liberty tiene otras ideas, y en el proceso de infantilización de nuestra actividad se acaba de apañar con Disney para llegar a más consumidores, lo que significa, en vulgar paladino, que la F1 se nos va a hacer familiar, para todos los públicos, vaya, y es aquí donde no lo veo.

No encaja con mi idea de glamour Tío Gilito jugando al bacará o el póquer junto a James Bond en el Casino, y tampoco Pluto o Gufi paseando entre los coches de la parrilla, o Dumbo o Donald acariciando los cascos de los pilotos y haciendo selfies con ellos, o Garfio acompañando a la Casa Grimaldi en la ceremonia del podio. Aunque pocos lo recuerden, disfrutamos de un gorila en un yate y aquello sí supuso fascinación pura. El ruido de los monoplazas circulando a toda velocidad entre calles no tenía parangón. Todavía era Mónaco, todavía era Fórmula 1.

Os leo.

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