Continúo empeñado en disfrutar de esta temporada como si fuese un recién llegado, no os creáis, y lo cierto es que me está yendo bastante bien: consumo menos café y alcohol, por ejemplo, fumo menos, digo menos palabrotas y me irrito con menor frecuencia que cuando me tomaba las cosas más apasionadamente, un decir.
Otra historia es que no haya sentido una alteración en La Fuerza al comprobar el eco desmedido que se está dando a la visita de Adrian Newey a Mónaco, en misión oficial, evidentemente, que se está vendiendo en algunos antros como si el británico fuese a aportar varias décimas a los monoplazas de Aston Martin con su presencia y su cuaderno rojo.
Mi José Antonio de antes ha estado a punto de sacar a pasear el hacha de doble filo que le regalaron en Misty Mountains, y, a ver, he tenido que contenerle recordándole que a pesar de las apariencias, la máxima expresión del automovilismo deportivo, con tanto de ciencias por centímetro cuadrado como abunda, también es un lugar muy dado a lo milagroso y milagrero, y que, al fin y al cabo, a la chavalería le gustan estas cosas más que a un tonto una tiza y por eso la prensa especialista se las proporciona sin hacer menoscabo de su contrastada seriedad.
Es un poco como cuando Laporta o Florentino bajan al vestuario a sacar lo mejor de sus chicos, le he dicho, y ahí mi yo anterior se ha calmado del todo...
Os leo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario