Está la Fórmula 1 tan interesante que, como me desentienda de ella un par de días, los pies me llevan solos a la mecedora —no sé qué me pasa últimamente, pero no hago otra cosa que leer y tomar notas.
Segundo ciclo de destierro terminado. Hoy inicio el tercero de mi cuenta personal sin mayor preocupación que mantener limpia esta lata de sardinas, escuchar música y continuar leyendo y tomando notas, claro. Hace frío aquí dentro, pero no es un frío terapéutico. Tampoco es un frío que ayude a enfriar las ideas o a olvidar, vamos, que lo soporto de aquella manera y por cumplir la liturgia y que no se diga.
Control de misión no dio el visto bueno a que la Progress me trajera el cargamento de Jack Daniel's y tabaco de pipa que solicité a través de los canales oficiales y rellenando no sé cuántas instancias, pero me apaño, básicamente porque mi trayectoria es más baja que la de la ISS y cuando coincidimos en la vertical después de varias órbitas, siempre tienen algo para mí que me lanzan envuelto en papel de regalo.
Ser náufrago en el espacio tiene su aquél. No importa tanto pestañear —¡pobre Gonzalo!, ¡hay citas que envejecen fatal!—, y cuando te pierdes un fragmento de carrera, o la prueba entera, siempre encuentras la manera de ponerte al día para estar al cabo de la calle, que se decía antes.
Os dejo. Leo algo, hago unas anotaciones y os leo.
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