El futbolero medio suele ser bastante coñazo el pobre, aquí y al otro lado del charco. Lejos de irse a una biblioteca o uno de los muchos centros culturales disponibles, prefiere sacar conclusiones sobre hábitos lectores preguntando a la puerta de un estadio después de la celebración de un derby o uno de esos enfrentamientos del siglo que saturan su agenda.
Desgraciadamente, entre el paternalista En España no saben lo que tienen con Palou y el perspicaz No puedo ser machista porque tengo madre, hermana, esposa y dos hijas preciosas, dista lo que da de sí el espesor de una papelina de liar tabaco, aunque cabe reconocer que a este estado de cosas ayuda mucho una afición (española) permeada hasta el tuétano por las atmósferas balompédicas, y por tanto desnortada, que hace tiempo que ni se molesta en conocer de dónde venimos, ni cuán extensa y rica es nuestra historia como país ligado al automovilismo deportivo en todas sus variantes y disciplinas.
Dejemos el asunto en que a Palou le valoramos los que tenemos que valorarle, que no somos precisamente pocos a pesar del limitado ruido que metemos, y que tan contentos estamos de que la prensa generalista haga el imprescindible caso al catalán como para que la masa no grite ¡Gol! con cualquiera de sus victorias.
Os leo.
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