martes, 5 de julio de 2022

Llegar a fin de mes

Nuestra disciplina era infinitamente más bella cuando había que llegar a fin de mes, cuando, para seguir construyendo sueños, se hacía necesario pagar las facturas a golpe de ingenio, no esperando el abono anual de Formula One Group por derechos televisivos.

La distancia entre la Haas que hace de relleno en la actualidad, y se autocomplace, para más bemoles, y el Team Lotus de primeros de los sesenta del siglo pasado, es literalmente abismal. La de Gene nadea con orgullo y satisfacción borbónica, aquella de Colin se buscaba las alubias con tal de seguir innovando incluso llevando a la lobera a sus clientes.

El Lotus 24 —monoplaza del que hablamos brevemente en mi última intervención en el canal de Jero [Cómo llegó el efecto suelo a la F1 (P.2)]—, se estrenó al inicio de la temporada 1962 sustituyendo al 21 de la campaña anterior, y lo hizo junto al Lotus 25, nuestro primer monocasco en F1.

El bichillo no era la bomba pero ofrecía un comportamiento noble y resultón en pista gracias a su construcción en chasis tubular con carrocería de fibra de vidrio y a una novedosa forma de situar al piloto en el habitáculo: mucho más bajo que lo habitual y ligeramente recostado, lo que facilitaba disponer de un centro de gravedad más cercano al suelo y, adicionalmente, de una huella frontal que producía poca resistencia al avance durante la marcha, camino ya iniciado con el 21.


Chapman tenía otras inquietudes por aquel entonces, además de llegar a fin de mes, claro, y en 1962 alumbró dos trastos bastante majos: una joya que revolucionaría el concepto de construcción de bólidos de carreras y daría el primer título mundial al equipo y Jim Clark al año siguiente, el Lotus 25, y su pareja de baile, el imprescindible Lotus 24, cuyas ventas soportaron inicialmente el proyecto 25, ayudando a consolidar el sueño de inscribir Team Lotus con letras de oro en las páginas de nuestro deporte.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué preciosa foto del Lotus!
Lástima que en los tiempos que corremos, cualquier pequeño avance sea tan significativamente caro porque ya antes de nacer mueren ideas que nos sorprenderían.
Si con una normativa tan estricta y también algo de ayuda de las autoridades, Newey llegó a sorprender con sus ideas, con una normativa algo más permisiva ¿Qué maravillas se descubrirían?

Un saludo
Sr. Polyphenol