sábado, 30 de julio de 2022

Oda al 56B


La experiencia Indy de 1968 con cuatro ruedas motrices iba a tener continuidad en Fórmula 1 con el más convencional Lotus 63, y en la propia competición norteamericana con el 64 —vehículos de los que hablaremos en la siguiente entrega de esta miniserie tejida al hilo de mi última participación en el canal de Jero [Cómo llegó el efecto suelo a la F1 P.2]—, pero alcanzó su máxima expresión en 1971, cuando Team Lotus ya había ganado los Mundiales de Constructores y Pilotos de 1970 con el Lotus 72.
 
El Lotus 56B fue heredero directo del 56 [La Guerra de las Galaxias] aunque adaptado a las circunstancias del calendario de nuestra actividad, donde las curvas son más numerosas que en el óvalo de Indianápolis y presentan diferentes radios. 
 
Rapidísimo en condiciones de mojado debido a la tracción 4x4, se deshacía sobre piso seco frente a sus rivales. Sumado a que las continuas aceleraciones y frenadas originaban fallos en las suspensiones, que se veían incapaces de gestionar la potencia que arrojaba la turbina Pratt & Witney, el 56B se arrinconó como alternativa después de unas pocas intentonas.

Durante la Race of Champions de 1971 (prueba no puntuable), Emerson Fittipaldi clasificó séptimo, pero tuvo que abandonar en el giro 34, precisamente por la rotura de la suspensión trasera. Durante el Gran Premio de Países Bajos, David Walker clasificó mal y no duró salvo 5 vueltas en pista debido a un accidente provocado por una extraña pérdida de la dirección (¿las suspensiones de nuevo?). En el BRDC International Trophy, Fittipaldi rompía suspensión y se retiraba a los pocos giros. 
 
Para disputar el Gran Premio de Gran Bretaña, que se celebraba ese mismo fin de semana, el brasileño tomaba el Lotus 72D de Reine Wisell y éste corría con el 56B reparado, pero no terminó la cita...

 
El octavo puesto conseguido en Monza 1971, con Emerson Fittipaldi al volante, supuso el canto del cisne de esta maravillosa bestia que, aunque no lo parezca, iba a suponer un interesante paso hacia el efecto suelo de 1977, ya que a Colin Chapman se le había metido entre ceja y ceja ganar terreno a los rivales en las curvas, y si no podía ser con la tracción a las cuatro ruedas, habría de conseguirlo gracias a la aerodinámica.

Os leo.

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