La temporada está resultando bonita, al menos los sábados. Los domingos se jode siempre, pero leo que hasta el momento han puntuado todas las escuderías y eso es de agradecer a San Stefano y San Ross, y también a Valí Mohammed, quien en nada nos devolverá al piso santificando que lo que beneficia a Mercedes AMG nos beneficia a todos, y así debe ser, y por toda la vida del Altísimo, que es infinita, como infinitas son su generosidad y capacidad de indulgencia. ¡Amén!
Pena que, como quien dice hace nada, le haya prometido a Caperucita que iba a portarme bien, porque este sinvivir saturnal daría para horas y horas de cachondeo, ya que sabemos —lo sabemos—, que George Russell acabará el Gran Premio de Hungría detrás de Lewis Hamilton [Los pecados de otros] porque así lo dice la gramática de nuestro deporte y lo establece la pragmática sanción que dedicó Torger Christian Wolff a su heterónimo Toto, una noche de invierno en que Susie mandó a éste a dormir al sofá.
Está cantado que Susie pone en la puerta al tododopoderoso manús de Brackley una maleta con cuatro mudas y un traje arrugado, lástima que no andaré por aquí para echar unas coplillas, y me juego el brazo con que dibujo a que, durante el postrero lance matrimonial a voces, ella le recuerda a su ya ex marido, la pole de George en Hungría y cómo Toto no tuvo avellanitas de defenderla hasta sus últimas consecuencias, porque había prioridades y tenía que sobresalir Lewis, y Lewis, y Lewis, «¡coño, da la sensación de que me la estás dando con Lewis. No hay Dios que os aguante!»
Antes me alegraba con estas cosas, pero, sinceramente, ahora no puedo porque me sé la película...
Os leo.
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