martes, 12 de julio de 2022

Te echo de menos, cabrón...

Cuidaros de los turistas de la Historia, que lo mismo te señalan dónde lloró César sus últimas lágrimas tras ser apuñalado por Bruto, que ahora, que se ha rescatado la épica de Fangio, te cuentan que son del de Balcarce de toda la vida, de ese Chueco que habita en Youtube y miles de entradas y artículos con un cartelito a los pies que pone «No Tocar», aunque luego jamás los verás criticando a Hamilton como GOAT porque, dicen, esa guerra no va con ellos.

Si sigo idolatrando a Kimi es porque jamás le hizo falta fingir. La vida le iba mal, pues tan contento; le iba bien, pues dabuten y a por la siguiente...

En tiempo de reparto de chuches con que contentar al personal, seguir siendo de Iceman me supone un plus en eso de llevar la contraria como filosofía y joder al statu quo por joder, no más, porque alguien tiene que hacerlo —no estoy solo en esto, así que podéis daros unos besitos y achucharos un poco, que seguro que lo agradecéis. 
 
Y sí, entre tanta melifluidad como impera, recalar en Kimi después del Gran Premio de Austria no supuso ninguna boutade, vino a ser como paladear el amanecer que se abre sin nubes sobre la playa de Gorliz una mañana cualquiera de septiembre. Al fondo el horizonte, y el bravo Cantábrico acariciándote mansamente los pies mientras la brisa marina llena tus pulmones de energía.

Os leo.

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