De las muchas versiones que existen de Caperucita Roja —la madre de la protagonista y su progenitora hacía décadas que no se hablaban, por ejemplo, inviable que la primera mandara una cestita de comida a la segunda, ¡ahí que le den a la vieja!; la abuelita se acabó comiendo al cánido porque la vida de los ancianos en el bosque resultaba durísima y los había convertido en depredadores más fieros que las fieras; el cazador aborrecía disparar o ver sangre, lo suyo era disfrutar en soledad observando a otros cazadores con la escopeta en la mano; etcétera—, la que más me gusta es la que narra cómo el lobo acabó prometiendo a la chiquilla que allí mismo dejaba de hacer el sinvergüenza y comenzaba a portarse bien.
Me portaré bien, tesoro, se dice que le dijo mientras guiñaba un ojo...
Al motorsport también nos lo han reescrito. A decir verdad continúan haciéndolo quitando comas, puntos y comas, puntos y seguido, suspensivos o aparte, borrando párrafos o frases hoy políticamente incorrectas, o eslóganes que en la actualidad podrían herir sensibilidades, como hizo Emma con los textos de Charles, según ella demasiado libres; tapando en las fotos marcas de tabaco o alcohol que hace no mucho significaban algo sobre los coches, aplicando el Photoshop a cuanto vivimos, y volviéndonos, en definitiva, un poco más infantiles, edulcorados e idiotas, porque quien no conoce de verdad ni recuerda, ni ha vivido ni vivirá, nos ha jodido mayo con las flores.
Al deporte no lo reconoce ni la madre que lo parió, pero no importa, prometo portarme bien...
Os leo.
1 comentario:
Nos re escriben el pasado, Josete. 1984.
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