La Indianápolis de los sesenta del siglo pasado suponía el lugar perfecto para que un culo inquieto como Colin Chapman diera rienda suelta a su creatividad. Prácticamente, menos tirados por jamelgos, los monoplazas que disputaban la Indy 500 gozaban de una libertad de propósito y diseño que para nosostros hubiésemos querido en Fórmula 1.
Aquel ambiente cuajó pronto en el talante del británico, y tras la experiencia del 38 [El 38 y su relato], junto a su inseparable Maurice Philippe alumbró un vehículo con tracción a las cuatro ruedas y propulsado por una turbina Pratt & Whitney que arrojaba la nada desdeñable potencia de 500 caballos, suficientes para mover su elevado peso (612 kilogramos en seco).
Estamos todavía con el Lotus 56 de 1968, pero ya se intuye en él el espíritu del 72.
Os leo.
1 comentario:
Me salen los artículos como 4 días después de la fecha de publicación.
¿Es intencionado o los de Blogger tienen en plantilla al estratega de Ferrari?
Vaya carrerita hoy... No he entendido nada...
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