sábado, 7 de marzo de 2020

Caballero Ocon


Tenemos suerte: no soy de los que se arruga en público al admitir en público que tengo corazoncitos rotos en la parrilla, y quizás lo que es peor, que soy mucho más de ver lances de carrera por doquier que de aplicar el reglamento a rajatabla, que no sé por qué, pero siempre me trae malos recuerdos de mi etapa como estudiante.

Y bien, lo francés me tira mucho, seguramente porque crecí en esto leyendo revistas francesas más que inglesas o italianas, algo que me ha permitido ver a los british boys con cierto recelo pues, ya entonces, tenían un puntito entre elitista y amarillista que tiraba bastante para atrás, o eso notaba yo en cuanto existía posibilidad de comparar ambas perspectivas del automovilismo sobre un mismo asunto.

Tiempo después entendí que la cosa venía de lejos, de la concepción misma del fenómeno deportivo como parte de la cultura. Para los anglosajones, existen deportes que dan estatus y deportes populacheros, y suelen trazar bastante bien los terrenos fronterizos entre ambos. Para los galos ilustrados, el deporte es en esencia algo democrático que debe llegar a cuanta más gente mejor... Y andan a la greña, intentando modelar el mundo a su manera, porque en el fondo, sus visiones son profundamente antagonistas.

Obviamente hay franceses anglófilos en estas cosas y en otras más, y británicos afrancesados, a mi modo de ver mucho más espabilados que los que no los son, pero si estoy contando esta batallita de abuelo Cebolleta es porque, como decía antes, empecé en Fórmula 1 cuando ésta era una actividad popular y, claro está, los gabachos la entendían mejor. Fue mucho después que pasó a ser compleja y apropiada sólo para gente pija y exquisita, o, como diría Bernie: para septuagenanios que gastaban sus dólares en Rolex, pero a lo que vamos, la tragedia comenzó a macerarse sólo a partir de que los ingleses la tomaran al asalto entre finales de los setenta del siglo pasado y comienzos de los ochenta, porque si un hijo de Las Islas tiene oportunidad de dejar atrás su pasado trapichero y populachón, descuidad que lo intentará con ahínco.

Pero me estoy distrayendo y no quiero. Decía al comienzo que no soy pijo ni admitiendo que me gustan ciertos pilotos y escuderías, ni mucho menos, encontrando mis raíces en la fogosidad sobre la pista más que en la aplicación de las reglas, que siempre las carga el diablo y tal...

Bueno, creo que he salido ganando, aunque tampoco tengo muy claro ahora para qué coño os estoy contando estas cosas si de lo que quería hablar es de Esteban en Renault, porque a decir verdad, el de Évreux no es uno de mis conductores favoritos aunque le voy a dar una oportunidad como un campanario de grande en 2020, porque es un francés en una escudería francesa y porque, no os lo he dicho, no me suelo arrugar a la hora de admitir que he podido equivocarme.

Os leo.

1 comentario:

José Miguel dijo...

Nah... este y el Russel patrocinados por Toto no me dicen nah.

Ha raíz de la segunda temporada de Netflix de F1 he empatizado mucho más con Albon... más épica, se lo está currando más... una entrada YA.

Un saludo y gracia Josete.
José Miguel