sábado, 6 de diciembre de 2014

¿Qué hay de nuevo, viejo?


Terminada la sesión y un poco por hablar por hablar, o mejor dicho: escribir por escribir, me apetece echar el ratito en este 6 de diciembre que abre un acueducto que siendo sinceros no merece tal nombre, para exponer lo que pienso sobre esa filosofía cada vez más extendida que impele a los aficionados no ya a que supuestamente entiendan antes de hablar u opinar sobre Fórmula 1, sino que además, controlen al menos cuatro o cinco de las llamadas categorías inferiores.

En lo personal y como sabéis de sobra, lo que más me gusta de todo esto es precisamente no saberme empapado de nacimiento y permitirme por tanto, el lujo de ir empapándome poco a poco, a sorbitos, mientras me van surgiendo las correspondientes necesidades que explican esa faceta del mundillo que me apasiona tanto.

No es que vea mal eso de ser una enciclopedia andante, ni que lo repruebe, faltaría más, pero sí confieso que me muestro bastante receloso ante una peculiaridad del frikismo que cada vez me resulta más cansina ya que entiendo, que como sudece en el fútbol, por ejemplo, para hablar de la liga de primera división no hace falta saber qué ocurre en la categoría de cadetes o cómo se confecciona un balón o de qué tipo de hierba se nutre el césped, no sé si me explico.

Para mí, la historia de la Fórmula 1 es como una enorme biblioteca repleta de géneros literarios de entre los cuales, cada lector escoge el que más le satisface. ¿Que hay a quien le gusta la ciencia ficción? Perfecto. ¿Que hay quien prefiere la literatura clásica o los ensayos? Estupendo. ¿Que hay quien pierde los papeles por las novelas del siglo XIX? ¡Chapeau...! Sinceramente no veo nada malo en tener afinidades de este tipo, ni mucho menos que en cada campo de lectura elegido, cada cual tenga sus autores preferidos, sus manías o incluso sus fobias.

Con la música sucede igual. Comparar a Beethoven con Bach me parece un soberano contradiós y así lo he expresado en numerosas ocasiones porque ambos son exponentes de dos épocas y dos circunstancias radicalemnte distintas, de la misma forma que me satura endemoniadamente esa necesidad de saber elegir bien porque al parecer no cabe cerrar la tarde escuchando a Calle 13 tras haberla consumido en compañía de Joseph Haydn y cualquiera de sus cuartetos para cuerda.

Hay un tiempo para cada cosa, sin duda, pero lo que está claro o al menos me lo parece, es que solo leyendo mucho o escuchando mucha música se puede aprender a paladear, verbo a mi modo de ver definitorio de una auténtica afición tal y como yo las entiendo. Y hablando de paladear, sintiéndolo mucho tengo que afirmar que jamás caben absolutos.

Podemos conocer de cabo a rabo la historia de este bendito deporte y en el fondo, no saber nada salvo un montón de datos encadenados como las cuentas de un rosario. ¿Es posible disfrutarlo desde una perspectiva corta en el espacio o el tiempo, huyendo de las estadísticas y la frialdad de la técnica, dando la espalda a otras disciplinas, decantados por afinidad solo con una escudería o un piloto...? Sí, es posible hacerlo, que no os engañe nadie porque gracias a Dios, hay Fórmula 1 para todos los gustos.

Os leo.

1 comentario:

Zhurrita dijo...

...y cada cosa a su tiempo.