Técnicamente se termina el año a medianoche y mientras llega la hora, esa otra hora temida en que aparecen los cuñados, las cuñadas y el fantasma de los langostinos; mi costilla rota, un gato de ocho meses que ha vuelto al hogar, mi perrilla y yo, nos hemos hecho fuertes en el estudio por ver si matamos el rato a nuestra manera.
Ser libre tiene un precio que hay que pagar siempre y en el fondo, además de profundamente optimista, os confieso de nuevo que soy un romántico de tomo y lomo. Por si fuera poco, voy descubriendo a sorbos que cada vez me gustan más las películas que tienen algo que contar, sobre todo si hay ángeles de por medio.
Lo de mi querencia por los ángeles me viene de antiguo, lo sabéis, y creo que me he retratado en este aspecto en más de una ocasión aunque por aquello de ser sincero, hace quizás demasiado que no toco a esos seres alados que dicen que vienen de serie sin sexo reconocible. Y de todos ellos, los caídos, los turbios, los fracasados, me encandilan sobremanera. Hay algo en el lado oscuro de la cosa que me atrae más que a un crío una tiza.
Bien, puestos en situación, hagamos como que nos acercamos a finales del mes pasado a ese oasis de hormigón en mitad del desierto que Hermann Tilke ha decorado con escuadra, cartabón y colorines tiñendo el cemento. En este caso los ángeles somos nosotros, que habíamos hecho como que creíamos que existía en Abu Dhabi un lugar al lado del mar que merecía una puntuación doble, como nos prometieron.
Nico Rosberg y Lewis Hamilton llegaban al emirato para partirse la cara, para dirimir sus cuitas y resolver sus rencillas, pero la novela acababa en la página 3, donde se relataba la misma salida. El británico de Mercedes AMG volaba hacia su segundo campeonato y el hijo de Keke, con las alas rotas, se fundía en negro pero con agallas suficientes como para reclamar vueltas después, su derecho a caer rendido en la que sería su última batalla de este año.
Entre medias ocurrieron cosas: Sebastian y Daniel salían desde el pit, Checo acortaba ilegalmente para ganar unos puestos, Aran, Joseba, su pitufilla y yo, lo veíamos todo desde el New Tavern de Gorliz. Era domingo al mediodía y hoy es tarde preludio de Nochevieja. Chicho, el gudari de Iker, el gato de Josu y Jone, reposa cerrando los ojos en mi brazo izquierdo mientras tecleo como puedo con la mano derecha y Eileentxu, la perrilla, duerme a mis pies...
Lewis se coronaba campeón del mundo por segunda vez y lloraba, y los ángeles sobre Berlín se preguntaban acerca de a quién demonios se le habría ocurrido puntuar doble una carrera que en el fondo, no valía ni la mitad que las otras, por sencilla.
Os leo.
En fin, podría haber cerrado esta serie de crónicas sobre lo que ha pasado en las carreras que componen la temporada 2014, recurriendo al arcángel San Miguel que aparece en Legion (Scott Stewart, 2010), o al raikkoniano y pragmático San Gabriel de Constantine (Francis Lawrence, 2005), pero he preferido dejarme llevar de la mano de Otto Sander para sobrevolar un Berlín amasado en grises, en vez de hacer el viaje con Bruno Ganz. En todo caso, la película elegida para este previsible ocaso es Der Himmel über Berlin (Winds od Desire, 1987), del impagable Wim Wenders. ¿Por qué...? Seamos honestos: ¿por qué no?
Bien, puestos en situación, hagamos como que nos acercamos a finales del mes pasado a ese oasis de hormigón en mitad del desierto que Hermann Tilke ha decorado con escuadra, cartabón y colorines tiñendo el cemento. En este caso los ángeles somos nosotros, que habíamos hecho como que creíamos que existía en Abu Dhabi un lugar al lado del mar que merecía una puntuación doble, como nos prometieron.
Nico Rosberg y Lewis Hamilton llegaban al emirato para partirse la cara, para dirimir sus cuitas y resolver sus rencillas, pero la novela acababa en la página 3, donde se relataba la misma salida. El británico de Mercedes AMG volaba hacia su segundo campeonato y el hijo de Keke, con las alas rotas, se fundía en negro pero con agallas suficientes como para reclamar vueltas después, su derecho a caer rendido en la que sería su última batalla de este año.
Entre medias ocurrieron cosas: Sebastian y Daniel salían desde el pit, Checo acortaba ilegalmente para ganar unos puestos, Aran, Joseba, su pitufilla y yo, lo veíamos todo desde el New Tavern de Gorliz. Era domingo al mediodía y hoy es tarde preludio de Nochevieja. Chicho, el gudari de Iker, el gato de Josu y Jone, reposa cerrando los ojos en mi brazo izquierdo mientras tecleo como puedo con la mano derecha y Eileentxu, la perrilla, duerme a mis pies...
Lewis se coronaba campeón del mundo por segunda vez y lloraba, y los ángeles sobre Berlín se preguntaban acerca de a quién demonios se le habría ocurrido puntuar doble una carrera que en el fondo, no valía ni la mitad que las otras, por sencilla.
Os leo.
3 comentarios:
¡Feliz año nuevo!
Yo entre los ángeles blancos y los ángeles negros me quedo con los ángeles cantores y eso convierte a mi elección de peli sobre ángeles en inevitable. También de Wenders y bajo otro cielo, el de Lisboa, (Lisboa (Lisbon Story, 1994) se nos aparece este ángel de carne que nos entrega las llaves del cielo. ;)
http://youtu.be/kH8Smatove8
Y de Abu Dhaby me quedo con...
Faltan once meses para volver allí.
¡Hacedme el favor de ser felices!
Buenos días, J-Car, ya te echaba de menos ;)
Pues no he visto Lisboa, pero eso lo arreglamos pronto. De todas formas, gracias por ese regalo que me has envuelto en cinta roja con la voz de Teresa.
Ay, amigo, espero que para cuando volvamos a Abu Dhabi, nos sintamos satisfechos por haber luchado juntos en pos de esa felicidad que sin duda merecemos, mientras de paso, ojalá que nuestras bolsas de viajero contengan alguna que otra pepita de ese tesoro que llamamos belleza ;)
Un abrazote, J-Car ;)
Jose
¿Y no podían cambiarlo por, digamos Imola por poner un ejemplo?
Vamos que por un año que el tito Bernie nos maltratara sin poder disfrutar del maravilloso complejo Ferrari, hoteles en medio de la nada, etc no creo que fuera a pasar nada.
Más bien todo lo contrario, la gran mayoría seguramente lo agradeceríamos pero claro, la pasta es la pasta y por ahí no paso que diría el gran caimán de canos cabellos.
King Crimson
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