miércoles, 24 de diciembre de 2014

6 o 7 cuentos de Navidad #01


No os alarméis. No pretendo liarme la manta a la cabeza como cuando en junio, intenté publicar veinticuatro entradas mientras se desarrollaban las 24 Horas de Le Mans. Ya sabéis cómo terminó aquello: como el rosario de la aurora por un error de cálculo sufrido en mitad de la madrugada, pero así y todo, con un estupendo sabor de boca... 

Hoy no, hoy pretendo echar el rato de esta tarde y mañana, con vosotros y escribiendo como entonces, pero sin ninguna presión por cumplir promesas ni escaletas ni horarios, ni siquiera por ser veraz. Y es que aunque desde este verano pasado hemos leído aquí mismo, hasta la extenuación y como piedra lanzada por honda, aquello de que escribo por escribir, lo cierto es que cualquiera que me lleve leyendo desde hace suficiente tiempo, sabe perfectamente que es precisamente eso lo que hago a diario, o cuando puedo o me apetece.

Y hoy me apetece hablar de Charlot, a quien me encontré hace unos días en el interior de el diario El Correo, para recordar inmediatamente a mi padre y aquella Nochebuena de 2007 que ambos pasamos juntos en un box de urgencias del hospital de Cruces.

Charlot, se dice en el artículo, aparece por segunda vez como personaje en Kid auto races in Venice de 1914, que «fue filmada en los alrededores de una carrera real de coches en Venecia».

Lo de carrera real en Venecia me llevó a error porque como descubriría más tarde, la cosa de la cinta no se desarrolla en la ciudad mediterránea, lamento decirlo, sino muy cerquita de los estudios cinematográficos de la productora en Los Ángeles, concretamente en un lugar del distrito de Venice, y va de una competición de go-karts conducidos por chiquillos y mozalbetes, en la que perfectamente habrían podido participar Bart y Homer Simpson haciendo de pareja cómica, sirviendo además, a la prueba me refiero, de espectáculo telonero a una auténtica carrera de coches a la que se alude en una breve secuencia, y obviamente, de detonante para que disfrutemos de Charles Chaplin tocando las pelotas del cameraman y el director de una película, materializado ya en su mítico personaje.

A mi padre le encantaba el cine mudo, Pamplinas, el Gordo y el Flaco y por supuesto Charlot. A mí me gustan las carreras y el cine mudo... Coincidencia o no, hace hoy exactamente siete años, él y yo rodábamos una película en blanco y negro y sin sonido, que felizmente terminaba a las 6 de la mañana del 25 de diciembre hablando en el box de urgencias, precisamente de Tiempos modernos.

Os leo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nunca hay q olvidar los buenos y viejos recuerdos. Feliz Navidad José, nos vemos todo el año q viene.



King Crimson