Feijóo ha pulsado el botón que no debía y parece hora de conectar de nuevo con Radio Tirana o escuchar a Manu Chao...
Sibérie m'était contéee. La noche oscura como tapiz de terciopelo negro salpicado de estrellas, una belleza, un regalo. Escribo a mano para que llegue a las de Enrike en el meridión de Francia, y lo hago en la cara de una cuartilla cuadriculada que navegará sobre las olas del mar, dentro de una botella aventurera, en cuanto mi operadora retire el Safety Car y ponga la Internet del estudio en modo bandera verde.
Arriba, desde la tele del piso, un tertuliano insistía hace un rato en que hemos estado under attack y en que aún podía ser peor. La única pega que veo al asunto es que, de persistir el fenómeno e ir a peor, como advertía el tertuliano agorero, los aficionados españoles nos perderemos a Lewis Hamilton rescatando a Ferrari en Miami, un decir, porque Radio Tirana sigue sin mencionar la palabra Apocalipsis y Manu canta alegremente Le p'etit jardin...
Es casi seguro que mañana os doy los buenos días, así que os leo, eso sí, en cuanto me sea posible.
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