Me sorprende que, con tanto conocimiento sobre nuestra disciplina y tantos años —¡y carreras!— a cuestas, algunos especialistas y gurús sigan empeñados en esquivar malamente la realidad cuando está a punto de atropellarles.
También es verdad que lo mismo que hoy te dicen una cosa, mañana insisten en el sagrado valor de la equidad en el seno de la actividad: idéntico trato, similares posibilidades entre conductores, mismo auto, etcétera, que te recuerdan lo indicado que resulta en F1 contar con leales escuderos dispuestos a ser sacrificados por un bien más elevado, tipo Bottas en Sochi 2018, ya que, por encima de los hombres y sus egoísmos, siempre están las escuderías, sus intereses de imagen o empresariales y tal.
Alonso no se libró del correspondiente escarnio público a cuenta del Fernando is faster than you! que le endilgaron a Massa en Alemania 2010, a pesar de que se continuaban usando las órdenes de equipo, de manera más o menos opaca, mientras la FIA mantuvo vigente su prohibición desde el verano de 2002 hasta enero de 2011. Total, ocho añitos y medio de nada, en los que sólo fue necesario ser un poco más hipócritas e inconsistentes que de costumbre, por el bien del deporte, of course!
Menciono lo del asturiano porque, dos semanas antes, Red Bull se la había tratado de jugar a Mark Webber en Silverstone dándole peor material que a Vettel, lo que originó otra frase legendaria, pronunciada en esta ocasión por el aussie bajo la ajedrezada: Not bad for a number 2 driver!, que se tomó inmediatamente como una clarísima muestra de la igualdad que reinaba en Milton Keynes. ¿Qué si no podía significar?
Bueno, la fiesta va por barrios, pero parece ser que los segundos pilotos siguen existiendo quince años después de aquello, como las órdenes de equipo y los esquemas jerárquicos dentro de los equipos, aunque en el caso de Norris y Piastri, y a decir de algunos, dé la sensación de que Zak Brown está esperando una señal divina que le aclare en qué cesta poner todos los huevos de cara al Mundial de Pilotos.
No pretendo malmeter ni arruinar las ensoñaciones de nadie, pero intuyo que el californiano ya ha resuelto hace tiempo esa interrogante y sabe perfectamente quién es su caballo ganador. Oscar también lo sabe, y por eso mismo busca convertir en diana cada error que comete su compañero, básicamente por si hay suerte.
Os leo.
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