Como buen tifoso, aunque siga siendo la oveja negra que molestaba a René, y a tantos, me matan estos periodos de La Scuderia en los que ni p'alante ni p'atrás.
No es sólo la cara de circunstancias de Vasseur, ni que, a decir de Lewis, el monoplaza vaya todavía demasiado alto con respecto al suelo, mucho menos que sigamos sin conocer por qué Charles se mostró tan reacio y testarudo a modificar el mapa motor en Shanghai, como le insistía Bozzi por radio. Es todo y a la vez nada, es esa puñetera sensación de vacío desde que, en 2022, la rossa asesinó tantas veces al monegasco en pista, que Ferrari se convirtió en el principal aliado de Verstappen en la consecución de su título.
Salimos de China como entramos, y sigo sin saber si así se ganan campeonatos, y no es que no me intrigue conocerlo.
Hombre, quedan por delante veintiuna citas grandes y cinco Sprints. Tiempo parece que hay, pero no tengo claro que exista verdadero interés por materializar todo aquello que salió de Maranello cuando la italiana prescindió de Sáinz y anunció el contrato con Hamilton. Hace nada el SF25 prometía ser una máquina devastadora que iba a luchar de tú a tú con los MCL39 de Woking, pero, de momento, ya se nos ha despegado Max en la tabla de Pilotos y la de Il Cavallino Rampante hace cuarta en la de Constructores, casi doblada por Red Bull y a un mundo de los papaya.
No pretendo ser agorero, pero me da que el que no tiene las ideas claras es precisamente el capitán del barco, Frédéric Vasseur, principal candidato a llevarse el Szafnauer Awards en su edición de este año.
Os leo.
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