Hace muchísimo que no menciono en Nürbu la humildad como decantado de todas esas tonterías que os ha metido el fútbol en la cabeza y luego venís a soltar aquí, en la Fórmula 1.
También hace demasiado que no hablo de egoísmo, la verdad, pero puesto que a Max se le suele recriminar que es poco humilde (sic), con vuestro permiso vamos con esto último y dejamos lo otro para mejor ocasión, porque, esencialmente, egoísmo y ausencia de humildad son dos ingredientes característicos de todo buen animal de carreras, de esos que sólo piensan en ganar y no se contentan con rivalizar con semejantes a los que sienten que pueden aplastar en pista. Estilo Senna, para que nos entendamos.
En el pretérito de este blog descansan algunas entregas en las que recordaba, cuando era más frívolo y joven que ahora, que, en España, pues los españoles somos muy mucho de futbolizar las cosas, incluso la política, hemos tenido a paladas pilotos F1 humildes, aunque los dos únicos que acabaron dando la cantada, sobresaliendo por encima de los demás, jamás cumplieron con el estereotipo. Alfonso de Portago y Fernando Alonso, dos feroces gladiadores en épocas completamente distintas. Uno pagó con su vida la arrogancia de pretender demostrarse como el mejor entre gigantes, el otro, en la actualidad, aguanta lo que no está escrito, a los tontos de turno que no distinguirían un verdadero astro del volante ni aunque se posara en su nariz.
Entiendo que todo esto viene de la fábula del interruptor, impuesta por los gilipollas ingleses cuando a Sebastian le bastaba encenderlo el primero cada mañana y apagarlo el último al cerrar la jornada, para justificar sus cuatro coronas, aunque a Dieter Mateschitz no le resultó razón suficiente como para renovar al alemán de cara a 2015 y, en consecuencia, lo dejó partir [Mateschitz dice (que) Red Bull «no necesita» a Vettel]. Y también procede de la leyenda del chico bueno que ha rodeado a Lewis durante toda su carrera profesional, por ejemplo, a pesar de que hizo de traidorcete en 2007, lo sancionaron por mentiroso en Australia 2009, fue bautizado por Adrian Sutil como mierda por lo del caso Lux, o lo de GOAT, ya que estamos, que sólo ha cuajado entre los muy entregaditos o muy lectores de la Autosport.
Venimos de donde venimos y nos conocemos todos. Fair play, sportsmanship, respect, gentlemen drivers, en fin, toda esa parafernalia british indicada para adolescentes, que nos edulcora la vida, pero, si te descuidas, te llena de hooligans las gradas, propone un David Richards como faro del automovilismo, hace aflorar verdaderos ejemplares de mala praxis periodística, o te saca un Max Mosley o un Charlie Whiting de la chistera, porque sin amañar la competición en su beneficio apenas saben jugar.
No me enredo. A la cúspide sólo se llega si sobrevives primero a un ambiente peor que el de la mítica Piscina de Pirañas, y, desde luego, el egoísmo y la falta de humildad son dos herramientas muy útiles en este cometido, de manera que, los mejores de la especialidad son siempre tipos peculiares que no atienden mucho a cánones. Afuera lo que quieras, pero, en el circuito, a fuego y sangre con quien puede arruinarte el final feliz de la historia, aunque sea tu amigo...
Max farda de lo que tiene, que lo tiene. Es el mejor actualmente y se señorea en ello, porque es el vigente Campeón del Mundo, porque lleva cuatro coronas consecutivas, y porque tiene la obligación, deportivamente hablando, de minar cualquier expectativa que albergue Lando Norris. El holandés puede decir bien alto que es el mejor porque lo es de manera objetiva, y porque la humildad de los cogieron no añade nada a sus cualidades como piloto.
Os leo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario