Anda el gentío reivindicando figuras del pasado como si no hubiera mañana, limpiándolas con jabón o trementina, bruñendo sus metales y barnices, acaso pintándolas con purpurina como hacían las monjitas con retablos y tallas, pero se ha olvidado de Bernie quizá porque para santo ya tenemos a Bernardo de Claraval.
No va a ninguna parte, la verdad, pero me ha dado por pensar esta tarde en los sueños que cumpliría, con los dólares que maneja actualmente Liberty Media en Fórmula 1, el hombre que tangó un mundial a Lole Reutemann cuando era patrón de Brabham y el austral militaba en Williams; que sobornaba para conseguir Pactos de la Concordia; que distrajo un pastizal a la banca Bayern Bayerische Landesbank en lo del caso Gribkowsky, a cuenta de la entrada de CVC Capital Partners; que calló como una ramerilla por el bien del deporte con lo del Singapurgate; y, en definitiva, quien ha sido el padre y la madre de nuestro tinglado, para lo bueno y lo malo y por siempre jamás.
Para alguien que todo lo resolvía a base de talonario, incluso sus cuitas con el fisco británico, nadar entre tanto dinero a lo peor se lo habría llevado por delante, impidiéndonos seguir disfrutando de su extraordinaria y nonagenaria lucidez, así como de su fino olfato y perspicacia para los negocios.
Os leo.
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