La pereza no goza de demasiado predicamento, vaya por delante. Bueno, es un pecado capital y tampoco ayuda que signifique el abandono físico y espiritual de uno mismo, como nos decía el Hermano Benigno en sus clases de Filosofía, aunque, si os soy sincero, a mí no me parece para tanto porque hay multitud de cosas que me producen una infinita pereza, sin que ello me lleve a andar por ahí, abandonado física y espiritualmente por las esquinas como si estuviera hasta las cejas de fentanilo, un decir.
Lo de Hamilton en Maranello, por ejemplo. Pues sí, me produce una pereza de tres pares de cojones. Motivar la igualdad, leo. Favorecer la competición entre él y Leclerc como método para que Ferrari demuestre que no se ha equivocado confiando en el chiquillo...
Erais muy pequeños y seguramente no lo recordáis, pero en 2014 Toto y Niki se habían apañado Mercedes AMG. Ross Brawn había decidido marcharse a finales del año anterior [Me fui porque no confiaba ni en Lauda ni en Wolff], aunque había dejado las cosas atadas y bien atadas en cuanto a la pareja de pilotos, pues Rosberg aprendió por radio que su compañero resultaba intocable, al menos bajo el mando del de Ashton-under-Lyne.
No me enredo. Sin Ross y en un ambiente en que se hablaba constantemente de igualdad, Nico se vino arriba, seguramente se creyó la cantinela, vamos, y se defendió como gato panza arriba en Mónaco mientras aguantaba como un jabato los jueguitos políticos entre bambalinas y las marranadas públicas del Campeón del Mundo 2008 [Hamilton desobedece en Hungría (28-07-2014)], y desde la cita del Principado hasta el Gran Premio de Bélgica lideró el campeonato. Siete pruebas en total, que serían ocho porque en Monza, ni ganando, el GOAT fue capaz de enjugar la diferencia que mantenía entonces con el hijo de Keke.
Aquel escenario era muy similar al que está proponiendo la prensa en estos momentos para La Scuderia 2025: dos pilotos luchando en igualdad de condiciones y a cara de perro, y que gane el mejor. Pero no, aquella historia no tuvo nada de igualitaria ni de hermosa.
Nico fallaba en la frenada y golpeaba el monoplaza de Lewis en Spa-Francorchamps, obligando al inglés a abandonar en uno de esos lances que firmaban hasta hace nada los de Haas o los de Alpine, ya me entendéis. Y se montaba la de Dios es Cristo, y el de Stevenage puso el grito en el cielo y la maquinaria que lo ha protegido siempre entró en guerra abierta contra el alemán. Bueno, la cosa se puso tan insoportable que se materializó Dieter Zetsche, jefazo de Daimler, no os digo más. Hubo una reunión de la cúpula de Mercedes AMG y desde ese momento Nico no volvió a ser el mismo hasta 2016...
Miento, David Brabham y Jackie Stewart vieron lo mismo que yo y que otros a partir de Italia 2014, aunque lo mejor estaba por llegar. En uno de esos episodios que nadie recuerda pero valen como para seguir atados sine die a este deporte, en Abu Dhabi le pedían a Rosberg que regresara al garaje porque su coche iba mal, y el pequeño de Keke y Sina, en un ejercicio de infinita pureza, pidió que le dejaran terminar la prueba.
Hombres, pilotos, velocirraptores de Lego y plastilina, hambre de victoria y tal. La igualdad y sus mentiras.
Huelga decir que voy con Il Predestinato este año, y que jamás romantizaré la pereza, básicamente porque me la produce leer o escuchar a todos esos que, teniendo los mismos datos que yo, insisten en dar la espalda a la realidad y convertir la verdad en una vulgar ramera de usar y tirar.
Os leo.
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