Me contaron que, una vez, un ingeniero gentilhombre de lo nuestro, vuelto del revés como Santa Teresa durante uno de sus éxtasis, argumentó que para igualar la Fórmula 1 no hacían falta nuevas reglas sino veinte Neweys.
Obviamente sólo hay diez conceptos en parrilla, uno por cada dos coches, pero sacado de su desliz por la directora del podcast en el que intervenía, el ingeniero se reiteró con manifiesta contundencia: ¡entonces diez!
Viniendo de Humanidades, como vengo, los que me interesan son los diez Newey sobrantes de aquella anécdota, pues pareciera que se han multiplicado y andan desatados por redacciones y corralas, para que, en boca ya de todos, haya Newey de diferentes sabores, colores y querencias.
Tenemos el Newey que se va a estrellar en Aston Martin, por ejemplo; el que no se va a encontrar a gusto en Silverstone; el que sólo ha decidido continuar para velar por el Valkyrie, su auténtico juguete; el que sueña con castigar los lomos de Horner y Marko; el que hará piña con Fernando... yo qué sé, rellenad vosotros lo que queda de párrafo y aliviad de paso el jardín en que me he metido con tanta pormenorización.
Si os soy sincero, el único Newey que me interesa es aquel que perfilé como ¡Jodido Adrian! en 2010, el mejor de todos, dónde va a parar, aunque, como Fangio, considere también que no es aconsejable creérselo; el hombre que baja a desayunar en calzoncillos y ya está pensando en liarla; el tipo que observa los Conchiglioni que pondrá a cocer Mandy en la cazuela y ya tiene tres o cuatro ideas que precisa abocetar en el tablero de dibujo con la urgencia del soldado que ha perdido en el barro la foto en blanco y negro de su musa...
Ese Adrian habitaba en la trastienda, pero hoy ya puede respirar en verde, desperezarse en verde, saludar al sol en verde, y esto que vengo diciendo es lo que acojona y hace imprescindibles veinte, treinta, sesenta como él, para ser neutralizado por los delicaditos de siempre, que, me dicen, ya han pedido ayuda al Vaticano ahora que Francisco no puede mandarlos a tomar por el flete, por ver si queda libre algún exorcista.
Os leo.
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