miércoles, 12 de agosto de 2020

Por donde amargan los pepinos


No deja de sorprenderme la hipocresía humana, sobre todo, cuando las redes sociales la dejan tan expuesta a la vista y el juicio de todos.

En 2015 resultaba complicado criticar los años de La Scuderia entre 2010 y 2014 porque la afición española estaba bajo supervisión apasionadita ya que aquí sólo leíamos el Marca o el AS y nos habíamos dejado lavar el cerebro por Antonio Lobato. Carecíamos de cultura automovilística porque todo había surgido con Fernando Alonso —¡la madre que parió a tanto imbécil suelto!—, ideario patético, como pocos, al que se agarraron inmediatamente los triunfitos para señalar quién era digno de hablar en público y quién precisaba superar un examen para opinar, y para justificar la caza de alonseros como quien pilla insectos con una red para mariposas. Pero con Ferrari no, nadie podía meterse con la italiana porque suponía no entender nada, mostrar envidia y, sobre todo, odiar al Mesías de Maranello...

Ha pasado el tiempo y el hombre llamado por Sergio Marchionne a salvar a la de Il Cavallino Rampante con la intercesión de Bernie Ecclestone, cabeza de Luca Cordero di Montezemolo mediante, navega en estos momentos cuarto por la cola —Hulk no cuenta—, por delante de Antonio Giovinazzi, Daniil Kyviat y Kevin Magnussen, mientras que Charles Leclerc es cuarto legítimo en la tabla de Pilotos, por detrás de Lewis Hamilton, Max Verstappen y Valtteri Bottas. ¿Y a quién machaca en estos momentos la misma turba de gilipollas de entonces? Pues obviamente al monegasco y a Ferrari.

Pasadas las edades en que para quedar como tifoso bastaba ponerse en el avatar el escudo de Baracca o referir en él a Lauda o Schumacher, queda la sombra de un Vettel que no vale ni para icono.

Eligieron el burro en vez del alazán brioso y ahora somos culpables todos, porque no hay día que pase en que podamos ahorrarnos cómo dan la turrada con lo eficiente e intocable que resulta Mercedes AMG, con la bobada de que Lewis juega en otra liga (que lo hace, ¡pardiez!), o pervierten los mínimos a los que atiende la inteligencia pergeñando mil y una conspiraciones con las que justificar por qué no les han salido las cuentas cuando (supuestamente) habían apostado a caballo ganador.

Leclerc está salvando la cara de una Ferrari desgastada, pero mejor abonarse a la acreditación que cuelga del cuello, al que no te la quiten si te portas bien, o a esa representación del periodismo que hace que cualquiera pueda llamarse así olvidando que un tal Joseph Pulitzer nos dejó dicho que la verdad pertenece al lector. Duele Ferrari porque la gente olvida fácilmente que Maranello es drama, pero, en estos momentos, duele doble porque sigue pagando la nómina a un perfecto manta que vino a salvarla pero insiste en ponerla a los pies de los caballos. Hay nuevo chasis para el chiquillo que ni ha crecido ni crecerá. Intuyo que no servirá de nada, sobre todo cuando lo celosos guardianes de la llama han decidido mirar para otro sitio. 2014 se repite porque al poeta teutón se le han gastado los versos y contra eso nadie puede, ni él mismo cuando en vez de concentrarse, sigue pensado en qué ases en la manga tiene Leclerc y olvida que lleva una Ferrari en las manos y que debería ponerla lo más alto posible, porque, nominalmente, es un profesional o así se le considera.

Os leo.

4 comentarios:

Tadeo dijo...

Amén !

Jorge dijo...

Enorme.

Anónimo dijo...

Clavado, como en 2014, a cambiarle el chasis a VET, ya que el chaval no se encuentra...

Unknown dijo...

Totalmente de acuerdo