jueves, 14 de noviembre de 2019

Russell en modo «pause»


Confieso que no tengo opinión sobre George Russell. Sí, supongo que puede sorprender mi propuesta de inmersión a esta entrada, pero si no lo digo reviento.

En todo lo que llevamos de sesión no he sido capaz de entrever esa enorme calidad que ven otros en el británico, y seguramente es así porque me parece excesivo el peso del hierro que conduce. Siendo justos, también quiero recordar que estoy usando con él la misma óptica de acercamiento que con Robert Kubica. Eso sí, con el polaco me he extendido más porque mantengo mejor feeling ya que he podido verle en las duras y en las maduras. No en esta campaña, claro.

Pero como vengo diciendo, con George me puede el factor monoplaza. El FW42 es tan porquería de coche y Williams se muestra tan inane que me daría lo mismo quién cogiese el volante. Nicholas Latifi toma el relevo del de Cracovia para 2020 pero tengo la sensación agobiante de que el canadiense ha comenzado a recorrer los últimos metros hacia el cadalso, y eso es precisamente lo que pienso que han soportado Kubica y Russell este año con la de Grove: una broma macabra que ni siquiera admite comparaciones con el Túnel de La Bruja que supone Haas, pues allí, al menos, el puesto está asegurado a tenor de lo que duran Magnussen y Grosjean.

Y no, no tengo opinión sobre George ni creo que sea capaz de sacarla el año que viene.

La deriva de Williams durante las últimas temporadas es tan lastimosa que estoy en modo Santo Tomás, y prefiero dejar de hacer quinielas hasta no ver con mis propios ojos que el FW43 es digno de llevar la W en su morro. Si es el caso, cosa que honestamente dudo, no mostraré remilgos en hablar de sus pilotos, de sus destellos y su indiscutible potencial, pero hoy no, hoy no toca, ni siquiera con ese Russell que ven otros y yo soy incapaz de distinguir.

Os leo.

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