Ahora que todo el mundo se felicita por haber visto en pretemporada que el MCL34 iba a poner a McLaren liderando la tierra de los mortales, ¡ejem, ejem!, quizás convenga reflexionar un poco sobre lo que supuso el giro de timón que metió Zak Brown al equipo de Woking en verano del año pasado.
Aquel frenazo que llevó a más de la mitad del periodismo especialista a comerse el parabrisas ha dado sus frutos, y yo diría que en tiempo récord. Se sacrificó más de un tercio de la temporada y aunque todavía con unidad de potencia Honda, la escudería se juramentó en sentar las bases para que todo funcionase con el propulsor Renault.
A la vista está que el empeño ha dado sus frutos. McLaren se ha instalado de forma habitual en los puntos y navega cómoda en la cuarta posición del Mundial de Marcas con Red Bull todavía lejos, pero con la oficial de Renault lo suficientemente distanciada como para que sea posible soñar que la plaza está prácticamente asegurada al final de la sesión. Obviamente ha habido mucho trabajo detrás de este pequeño gran logro, pero lo mejor es que estamos en la antesala del coche del año que viene.
Así que el frenazo de mediados de 2018 a lo peor no nos lo propinó un tío que andaba perdido, sino un californiano que prefirió parar para tomar impulso. Ahí lo dejo, de nuevo.
Os leo.
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