jueves, 28 de noviembre de 2019

Parecidos razonables


A nadie le amarga un dulce y no os voy a ocultar que me ha encantado saber que me han llamado leyenda y fenómeno natural en un ámbito diferente a éste. De momento sigo cuidando viejas pero lo que haya de pasar terminará ocurriendo y tarde o temprano acabaré rindiendo mis cadenas por agotamiento.
 
El caso es que el muro hay que defenderlo sí o sí. Es de ley devolver lo que te han dado los mayores en términos de paciencia y cariño, o así me lo parece, y eso a pesar de las administraciones. Mi suegra fallecía el pasado 5 de mayo y Amama acusaba el golpe. 92 años, que se dice pronto, y yo entre ella y el frío y el hielo... y creedme, no es mal oficio aunque muchas veces te lo piensas, para qué cojones lo vamos a negar.

Estoy revisando un texto que está listo para publicar y a Foxtrot en Babilonia le faltan dos hervores. Job 41.1 ya ha salido al mercado y para el Día del Libro habemus novela y ese Os leo que os debo desde antes de que mi hermano Julián decidiera apearse de la vida en febrero de 2015 por infarto masivo. ¡Una putada!, y sé lo que me digo.

Y el caso es que en vez de encontrar fuerzas en Alain Prost —soy del francés a muerte—, estoy encontrando los estribos que me hacen falta en la figura de su némesis, un tal Ayrton Senna da Silva, que sin ser mejor piloto que el galo, sí fue mejor estrella.

Senna inauguró el futuro mucho antes de aquel desgraciado fin de semana en Imola que clavó el Gran Premio de San Marino en el corcho de las cosas que no deberían haber sucedido jamás.

Mediático, magnético, el paulista entendió antes que nadie que la figura del piloto de Fórmula 1 no distaba demasiado de la de una estrella del rock. Místico, incandescente, intocable muchas veces, el brasileño supo construirse donde nadie había puesto los cimientos antes, y esto lo convirtió en leyenda y fenómeno natural porque, para colmo de desdichas, se ahorró el haber conocido cuán áspera era la ladera más desagradecida del monte Olimpo.

Hoy es el día en que el hijo de Sao Paulo se habría sentido vendido por la cantidad de gentes que se le parecen, pero esto ya no es relevante.

Lo importante ahora son los parecidos razonables. Abusamos de ellos sólo cuando conviene, vivimos a su sombra únicamente si interesa. Senna aparece poco o nada en titulares porque tres mundiales no tienen punto de comparación con los seis conseguidos por Hamilton. Vamos a por Schumacher aunque dominar el arte de conducir sobre agua se haya convertido en una exigencia desproporcionada para nuestras bailarinas. A la postre, la diferencia estriba en el camello y en lo que nos metemos en vena cada fin de semana de carrera. Antes se miraba más la calidad que la cantidad, seguramente porque había mejor paladar que ahora y se distinguía a los pilotos de raza.

No pretendo amargaros la noche. Salvando las enormes distancias que nos separan, Ayrton y yo nos parecemos en que seguimos dando por el culo a quienes se nos quieren parecer. En mi caso por pura negligencia y optimismo en apreciaciones, para qué engañarse; en el del brasileño, porque hay que tenerlos cuadrados para convertirse en un rango. Senna era diferente. Hoy es el canon precisamente porque era diferente y fue el principal interesado en que percibiésemos que la Fórmula 1 había cambiado e iba a cambiar más. Nuestra disciplina en 1994 comenzaba a precisar de figuras mediáticas, y Ayrton, entre ser gran conductor y ser uno diferente a otros, prefirió ser él mismo y acertó de plano...

Os leo.

1 comentario:

ivano dijo...

Jose, yo era un adolescente cuando le ví caer, y tampoco conocía la historia detrás hasta muchos años después. Y que pasa, que los díscolos con ideas propias y razonamiento crítico y personal, nunca jamás caen bien. La borregada es lo que manda. Ayrton era un crack, luchaba por lo suyo, sólo con eso me basta.