No tiene precio escuchar a Sinéad O'Connor mientras punteo imágenes de la zona donde Marc y Fernando siguen preparando su Dakar...
Tampoco lo ha tenido haber podido echar unos buenos minutos mirando el Cantábrico encabronado mientras batía la bahía de Gorliz y la llovizna densa empapaba mi sudadera roja, mi cara y mis piernas, al aire, como siempre. Al final va a tener razón mi hermana: ese Norte que llevo en mis venas me acaba buscando un disgusto.
En fin, Alonso y Coma se van a hacer el Ula-Neom Rally en plan entremés para su gran aventura, y recalco el posesivo porque no he escuchado todavía, ni al asturiano ni al barcelonés, decir que van a ganar el Dakar. A Pedrerol sí, que el pobre anda en un completo sinvivir compitiendo con Antonio García Ferreras por ver quién estira más la noticia del momento. Esto es periodismo y tal, ya sabéis, pero a la hora de la verdad, lo que cuenta es que el pulso informativo sigue una escaleta diferente a la que cronometra la realidad.
Y el caso es que hay quien se pregunta estas horas por qué a Hamilton no le brillan suficiente las luces de su sexto cuando la respuesta está en que al gentío, al aficionado medio, incluso al que no puede dormir sin su credencial al cuello, lo que le tira de verdad son los retos, las dificultades, el ver sufrir a su héroe, y eso, de un tiempo a estar parte, ha dejado de ser asequible en la que llaman la máxima disciplina del automovilismo deportivo.
No he visto una ola igual a otra en el tiempo que he estado sobre la playa de Gorliz. No sé cómo está de estas cosas el desierto, sus trampas de arena y sus rocas, pero me da que Alonso y Coma pretenden continuar descubriéndolo mientras se divierten y nos permiten seguir sus andanzas de hidalgo y escudero en pos de una aventura que seguramente no lleve a nada. One more day...
Os leo.
Os leo.
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