Volvemos a Spa

En apenas unos días El Circo se pone de nuevo en marcha y lo hace, nada más y nada menos que en Spa-Francorchamps. 

Parece que fue ayer cuando mercedes AMG no dejaba ni las migajas a sus rivales y seguramente, cuando todo esto de las vacaciones formuleras se nos haya pasado como las malas resacas, añoremos este espacio de solaz en el que se nos ha olvidado casi, que como en las películas de serie B, de un tiempo a esta parte y siempre en nuestro amado deporte, desde la primera instantánea es posible alcanzar a ver cómo terminará la cinta, quién es el asesino y dónde están las costuras y cremalleras del disfraz del monstruo.

Y es que entre que el reglamento FIA no deja apenas espacio para que suceda nada, que las gomas vienen impuestas y los equipos carecen de entrenamientos, libertad y márgenes de maniobra, como lleva sucediendo desde 2009, quien da primero da dos veces y así hasta el infinito y más allá.

Pero dejémonos de tristezas y augurios funestos, y aprovechando que volvemos a Spa hagamos una vez más como que seguimos creyendo en todo esto porque como he dicho tantas y tantas veces, una cosa son los designios de los que andan todavía buscando el coño espectáculo y la coño pela, y otra bien distinta, lo que hacen en cada prueba esos tipos que en teoría han perdido peso específico pero siguen arrimando a gente como yo al televisor porque son lo poco genuino que queda.

Y sí, por qué no decirlo. Perdí por completo la virginidad en eso de creer en las escuderías en 2007 y desde entonces, con más ahínco que antes, los pilotos y sus identidades son lo único que me importa de todo esto. Ellos, las almas que alientan sus máquinas luchando dónde y cómo les dejan. Pongamos por caso en Spa, dentro de tan solo unos días.

Os leo.