martes, 26 de agosto de 2014

Capitanes intrépidos [Hungaroring]


Siempre hay historias que carecerían de valor si no fuera por la densidad de sus protagonistas. Era finales de julio pasado y desconocíamos aún que Robin Williams y Lauren Bacall se nos iban a marchar para siempre en agosto. El Gran Premio de Alemania nos había debajo un extraño sabor de boca y nos enfrentábamos a disfrutar la prueba que cerraba la mitad del calendario, el Gran Premio de Hungría, bajo amenaza de lluvia y con Lewis Hamilton saliendo último desde el pitlane tras una más que desafortunada calificación.

En el instante en que el semáforo se ponía en verde nada hacía prever que íbamos a asistir a una de las carreras con más magnetismo de lo que llevamos de temporada. Rosberg arrancaba desde la pole con Bottas a la cola de su vehículo, y comenzaba a interpretar con absoluto dominio lo que parecía estar cantado en un circuito como el de Hungaroring —caro con los adelantamientos y en el que las dos zonas de DRS apenas suponen un par de anécdotas en un trazado estrecho y deslizante en algunas partes de su recorrido—, que mojado no iba a mostrarse compasivo con nadie. Para colmo, el héroe de Hockenheim se salía en la primera vuelta, retornando a pista sin que nadie diera un euro por él.

Pero como insinuaba al comienzo, si la historia en sí parecía sosa y predecible durante los primeros giros, bastó que Marcus Ericsson destrozara su Caterham provocando el despliegue del primer Safety Car, para que los diferentes protagonistas dieran un vuelco completo al guión, convirtiendo la película en una cinta que habrá que ver al menos un par de veces estas Navidades.

En fin, con el asfalto secándose irremediablemente y el Coche de Seguridad circulando más tiempo del previsto —Grosjean destrozaba su E22 en el mismo lugar que Ericsson su CT05—, sacaría ventaja quien más rápido reaccionara y en este sentido, Daniel Ricciardo, Felipe Massa y Fernando Alonso se llevaban el gato al agua mientras que Nico Rosberg y Valtteri Bottas decían practicamente adiós a sus esperanzas.

Los pescadores se remangaban prestos a exprimir sus posibilidades. El caladero de bacalao no iba a resultar un lugar tan habitable y menos cuando la mayoría de la parrilla trabajaba con neumáticos lisos sobre un circuito que mantenía zonas todavía mojadas más allá de la trazada. Los lances comenzaron a servirse como entremeses de un menú que prometía lo suyo. Ricciardo en primera posición con Massa y Alonso en los retrovisores. Era cuestión de tiempo...

Hamilton había aprovechado el Safety Car para reducir distancias y ya era séptimo en el giro 22. En el siguiente, se estrellaba Checo Pérez en la recta de tribunas y surgía una nueva vuelta de tuerca sin que la prueba hubiera llegado a la mitad de su duración. Se desplegaba otra vez el Coche de Seguridad y Ferrari se la jugaba a mantener a Fernando sobre el asfalto mientras que Daniel y Felipe entraban a cambiar de compuestos.

Alonso lideraba la carrera en la reanudación pero como decíamos antes, era cuestión de tiempo. Lewis ya estaba allí, superando a Nico cuando este sustituía las gomas de W05. En la vuelta 28, el británico era primero durante un suspiro. En la siguiente, Ricciardo tomaba el bastón de mando, sosteniéndolo hasta que el Nano se lo arrebataba de nuevo en la 55, para perderlo definitivamente a manos del australiano, a cuatro miserables giros del banderazo final.

Vencía el mejor pescador de todos, Daniel Ricciardo. Tras él, el veterano Fernando Alonso y el brioso Lewis Hamilton. Un desconsolado Nico Rosberg hacía cuarto, con un feliz Felipe Massa ocupando la quinta plaza. Kimi Raikkonen, cómodo y renovado, concluía sexto por delante de Sebastian Vettel. Valtteri Bottas era octavo. Jean-Éric Vergne, nono. Y cerrando el reparto de puntos, aparecía Jenson Button.

La tripulación ya estaba en el barco y el campeonato, bastante caldeadito... Era cuestión de tiempo que durante la cena, en los camarotes y el comedor, los chascarrillos y los relatos de hazañas reales o exageradas, cobraran un protagonismo tan deseable como merecido mientras el bergantin goleta se preparaba para poner rumbo a Spa-Francorchamps, puerto donde llegaría con las bodegas repletas, en apenas tres semanas.

Os leo.

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