martes, 26 de agosto de 2014

A little bastard


Lo políticamente correcto nos está sumiendo en la nada, convirtiéndonos poco a poco en la variante n de una misma sustancia tan insípida como anodina. Al cabo de todo esto, imagino, habremos dejado de necesitar a supernanny para saber cómo ir adecuadamente al baño y salir de él, con las manos limpias como una patena, pero mientras tanto seguiremos viviendo en la eterna duda de si caemos bien a la gente, si decimos lo correcto o si habrá alguien ahí lejos o aquí cerca, presto a afearnos o a rectificar nuestra conducta en público.

Todo esto es muy anglosajón, conviene tenerlo en cuenta. Se nos ha metido dentro de tanto ver telefilmes chorras, de tanto ver películas chorras, todo ello made in USA. En una palabra: de tanto consumir lo que no debíamos.

Recuerdo que hace años tuvimos exceso de médicos en España y posteriormente de abogados. Imagino que lo mismo sucedería con bomberos y policías y que ahora mismo estaremos sufriendo de overbooking en cualquier otra área profesional, pero a lo que iba. Al cabo de los años leí un artículo de Roman Gubern, creo, y se me abrieron los ojos. El texto apuntaba a la importación irresponsable de estereotipos y a la colonización cultural como causantes directas de este y otros problemas.

Marcus Welby, El Doctor Gannon, el propio House, servían y sirven de anzuelo en los EE.UU. para señalar el camino a una adolescencia que no tiene claro dónde va. Lo mismo sucedía con Ironside, La Ley de Los Ángeles o Los Hombres de Harrelson, o con cintas como Top Gun, material destinado en origen a un tipo de público, pero deglutido sin hacer preguntas por otro bien distinto.

Es cierto que gracias a Dios no hay teleseries de carreras de coches ni abundancia de películas de la misma temática, pero doy por seguro que de existir, ahora mismo tendríamos pilotos patrios como para aburrir al personal, que estarían peleando a brazo partido con Roberto o Carlos por subirse a un portátil de Caterham en Monza o por suplir a Dani en Sahara Force India...

No me distraigo. Mutamos con el paso de los años y lo malo no es que lo hagamos, hasta ahí podíamos llegar, sino que lo hacemos conforme a una regla dictadas a veces demasiado lejos, de manera que uno, yo sin ir más lejos, mira lo que amó en un tiempo pretérito y sigue queriendo, y necesita traductor para que le entiendan en la actualidad a poco que se refiera a lo mismo con idénticas palabras que antaño.

Esta mañana, por ejemplo, antes de descubrir que Gorliz alberga un secreto por el que nadie antes que yo había preguntado, he estado hablando de Fórmula 1 y compartiendo café con mis compadres de siempre y entre unas cosas y otras, ha surgido el inevitable tema Ricciardo. 

A diferencia de otros días, hoy había alguien nuevo en el corrillo y se ha puesto inmediatamente en estado de alerta en cuanto he afirmado que Daniel es el típico piloto hijoputilla de toda la vida, el que yendo con perfil bajo y sonrisa franca, aprovechando el naufragio de sus rivales se abre un camino que nadie con dos aquellos se lo va a poder cerrar jamás porque hacerlo supondría, poco más o menos, pegarse un tiro en el pie.

Y es que Red Bull no tiene demasiadas opciones gracias a la mala suerte que acompleja y asuela a Sebastian, y si no me fallan las cuentas, Ricciardo debe ser a estas horas el líder de la austriaca por méritos propios, por necesidad frente a los campeonatos de marcas y pilotos, y porque no reconocerle su infinito mérito sería un contradiós. 

Así las cosas, llamar al australiano little bastard es un elogio mediterráneo, quizás de los de antes, pero elogio al fin. Y si no se comprende, lo siento, aunque me gustaría que se me respondiese a la siguiente pregunta: ¿cómo concretaríamos en una palabra a un hombre casi desconocido que habiendo sido descalificado en Melbourne perdiendo con ello 18 puntos, es a día de hoy tercero en el Mundial con Lewis Hamilton a tiro de piedra y Nico Rosberg más cerca de lo que se pretende que pensemos. Que ha eclipsado de paso, a todo un tetracampéon del mundo...?

Podemos ser políticamente correctos, o tirar por donde hemos tirado siempre. Ahí lo dejo.

Os leo.

2 comentarios:

Aficionando dijo...

Acabo de leer en Caranddriver que Vettel está haciendo la peor defensa de un título mundial desde Damon Hill en 1997. Al alemán, que tanto le gustan los hitos históricos y los records, debería apuntarse este también en su colección de cascos. Lo grave del tema es que lo está haciendo con un coche que es bueno. Eso es innegable. El RB es incluso muy rápido en las rectas, aspecto que en las versiones de otros años sacrificaban por una mayor velocidad en curva.
Cada vez resulta más incontestable el pronóstico que hicieran hace algunas temporadas pilotos como Alonso: veremos cómo de bueno es con un monoplaza que no sea dos segundos más rápido que los demás en clasificación. Bueno, pues lo estamos viendo.
Vettel no se siente cómodo corriendo entre el pelotón, y no se siente cómodo con un coche que no se pega como una lapa al asfalto en las curvas. No se siente seguro con el nuevo sistema de frenado (Kimi se queja de lo mismo). En fin. Vettel era un gran piloto con un coche muy superior al resto. Ahora se ahoga en la mediocridad.

Anónimo dijo...

En respuesta a la pregunta (a no ser que sea retórica), los ingleses y norteamericanos dirían the underdog.