miércoles, 13 de agosto de 2014

7'07"8


No están teniendo suerte los defensores del actual formato de la Fórmula 1. Salvo Mercedes AMG y por razones obvias, cada vez son más las voces que se suman al desencanto. Organizadores de eventos, promotores, propietarios de equipos, televisiones, aficionados, pilotos, ingenieros (Adrian Newey entre ellos) y responsables de escuderías como Éric Boullier, exteriorizan a la menor oportunidad su completo noqueo ante lo que está sucediendo.

Quizás el jefe deportivo de McLaren lo haya expresado mejor que nadie al afirmar: «Nos estamos disparando en el pie a cada instante, con todo el mundo criticando, pero con grandes carreras casi cada fin de semana...» [Autosport], y es que la F1 ha perdido feeling y hoy es el día en que no sabe explicarse adecuadamente a sus consumidores ni por supuesto, atraer nuevos.

Las gradas comienzan a estar demasiado vacías y las televisiones apenas se encienden en el momento de la salida para apagarse o cambiar de canal al cabo de un puñado de vueltas, pero la presión económica sobre circuitos y canales de entretenimiento e información, persiste, lo que acrecienta la carestía de la consumición en una envolvente de libro que incluso los de letras conocemos: la viabilidad del negocio está en entredicho y el camino escogido por Bernie y su tropa es una huída hacia adelante que corre el riesgo de no dejar títere con cabeza.

Con casi total seguridad, la culpa de lo que ocurre viene de lejos porque lejos se comenzaron a percibir los primeros síntomas. Ahora bien, visto que no han surtido el efecto deseado los campeonatos consecutivos del de Heppenheim y Red Bull, el retorno del Kaiser y Mercedes-Benz, la acumulación de campeones del mundo sobre el asfalto (Kimi Raikkonen, Jenson Button, Lewis Hamilton, Fernando Alonso, Sebastian Vettel y Michael Schumacher), cabría razonar que alguien prefirió ocultar la cabeza como los avestruces en el instante mismo en que se debería haber hecho algo, en vez de abusar hasta la extenuación de esa arma de doble filo que los publicistas denominan hype.

Tanto alabar cualquier insignificante memez y sacar comparaciones idiotas con el pasado con tal de adornar un presente cada vez más indigesto, la chusma, que jamás ha sido tan imbécil como se la presupone, percibió inmediatamente los pies de barro de los paladares exquisitos que rechazaban entablar debate con porteras y aficionados de sangre impura. 

En cualquier tipo de negocio hay que ser claro con lo que se vende porque como te descuides, perderás la confianza de quien te permite subsistir. Dicho lo cual, las expectativas, la teoría y las referencias están bien pero necesitan concretarse cada domingo de carrera porque en deporte, no basta con que algo parezca bueno sobre el papel o en las apuestas, ya que existe obligación de que se palpe en el terreno de juego o sobre la pista en cada prueba y cada campeonato, y es aquí donde la Fórmula 1 ha fallado estrepitosamente.

Hace unos meses alguien se preguntaba si existía una Fórmula mejor que esta y reitero que sí: aquella en que la gente entendía perfectamente que obtener la pole clavando la aguja del cronómetro en 7'07"8 sobre El Infierno Verde, significaba mucho más que ser el más rápido.

Os leo.

5 comentarios:

J-CAR dijo...

Cuando se corría en el Nordschleife lo único que importaba eran las carreras. Por eso aquellas gestas tienen el brillo de lo auténtico, de la vida viva. Hoy el brillo que tienen es el del oro. Cuando Jules hace 9º en Mónaco, inmediatatamente todo el mundo mira hacia los dólares que se embolsará Marussia, los mismos que le van a faltar a Tony Fernandes para mantener su apuesta.

Os voy a contar un cuento veraniego que ya habéis visto, pero que nadie os ha contado.

Desde que Max casi regalara a Bernie los derechos comerciales el factor más importante de todo lo que ha venido pasando es una pura especulación sobre el valor monetario de esos derechos. Cuando los fabricantes de automóviles asomaron el hocico, y empezaron a pensar que podía ser bueno para ellos controlar el negocio como forma de garantizar su inversión, Bernie reaccionó buscando socios que le permitieran mantener la apuesta, así llegaron EMTV y Kirch-Gruppe. Eso de la televisión de pago reduciría enormemente las audiencias y el valor publicitario de la F1, que era lo único que les había interesado a los fabricantes hasta ese momento, vender coches. Esto hizo que les entraran las prisas por comprar los derechos. Por contra el valor comercial de la F1 subía y subía, pero cuando un soufflé se pasa… Los equipos se negaron a pagar ese sobrémoste especulativo cuando eran ellos el único sostén del negocio, los que le daban valor y empezaron las amenazas de irse a un campeonato paralelo. Como estaban atados por el Acuerdo de la Concordia hasta 2007 la partida ahora iba a ser larga y Kirch quebró.

El Bayern LB se encontró con un activo que no le interesaba, pero que tendría que rentabilizar, y con la sorpresa de que a pesar de poseer el 75%, junto con una participación menor de otros bancos, Bernie tenía blindado el control total del negocio, nombraba consejeros sin consultarles y tomaba todas las decisiones. De pronto la amenaza de secesión, bien controlada, junto con otros movimientos especulativos, podría permitir a Bernie hacer caer el valor comercial. Los bancos no aguantarían el pulso, no era su negocio, y venderían pronto y a la baja.

Controlar la secesión pasaba por la labor del agente doble Flavio y por controlar a Ferrari. La rossa firmó cuando se llevó el bofetón de un neumático para toda la carrera, acostumbrados como estaban al éxito con ayudas. Y Flavio… de momento parecía seguir el plan. Pero Bayern intentó hacer valer su participación en la toma de decisiones y se enzarzó en una batalla en los tribunales. Otra vez iba para largo. Entonces Bernie tomó un atajo peligroso llamado Gribkowsky.

Bernie volvía a asegurarse el control del negocio gracias a la pasta de un anónimo CVC y a la suya propia. 2006 iba a ser el regalo de compromiso para Ferrari. Flavio se encontró desplazado, sin participación en las ganancias, sin victorias, pero con muchas cartas en su poder que le habían sido entregadas por la propia mano del supremo, y empezó a jugar por su cuenta. Flavio engatusó a Don Luca y Bernie estalló. Las famosas frases de las pelotas y las manos, la pistola y la decisión de matar. También estallaron los Michelin con cierta frecuencia calculada, Indianápolis, calificación de Monza.
Finalmente todos volvieron al redil, al olor del dinero y de una “cierta” participación en la toma de decisiones, y firmaron su sentencia en un nuevo pacto de la Concordia. El lobo planeó su venganza.

BMW, Toyota y Honda fuera. Ferrari y Renault desinfladas. La apuesta Cosworth se agotó al no conseguir motorizar a ninguno de los grandes, solo Williams picó mientras necesitó del rescate de Bernie, pero los dejó rápido. ¿Quien queda? Mercedes había aumentado su apuesta, y aunque había estado al margen de todos los juegos seguía sin contar para nadie, ni para las victorias. Hasta que alguien, desde Alemania, desenterró el cadáver Gribkowsky.

Continuara…

Jose Tellaetxe Isusi [Orroe] dijo...

Eres muy jjrande, J-Car ;)

Un abrazote

Jose

Anónimo dijo...

Magnífico.

Aficionando dijo...

Muy bueno. Se entiende mejor ese galimatías.

Interlagos dijo...

Ahora sí que nos has abierto los ojos. Felicitaciones!