A mí no me tenéis que convencer [La amenaza del tiempo]. Llevo bastante oponiendo a Max y Lando en Nürbu como para que venga ahora a contaros milongas, y aunque considero que no conviene lanzar las campanas al vuelo pues quedan tres Grandes Premios y una Sprint, kilómetros suficientes como para que un inconveniente pueda dar un vuelco a la cosa, tampoco quiero dejar pasar la oportunidad de alegrarme a vuestro lado porque apuntamos hace meses al Norris que hemos visto esta tarde en Interlagos, y también al Verstappen que se ha enseñoreado de lo lindo en el trazado paulista.
El cabroncete del holandés ha hecho estos meses pasados lo único que podía hacer: aguantar, seguir siendo igual de exigente consigo mismo que siempre, y esperar su oportunidad, y es que a los niños les cuesta aceptar que la Fórmula 1 consiste en sufrir hasta atrapar entre los dedos ese milímetro cúbico de suerte que define la diferencia entre pilotos, a veces abismal.