viernes, 31 de diciembre de 2021

¡Adiós, año de mierda!

No temáis, son fuegos artificiales silenciosos, de esos que no lastiman y asustan a nuestras mascotas, y aunque mañana, como todos los 1 de enero, recogeré temprano del cesped y la hojarasca de Basotxu algún pajarillo cuyo corazón no pudo aguantar la alegría desbordada de los bárbaros, es hora de felicitarnos juntos porque se termina un año de mierda y mañana el calendario nos propone 365 hojas limpias, en blanco, que rellenaremos con garabatos temblorosos, promesas difíciles de cumplir, sueños que nacieron rotos y toneladas de ilusión que encallarán en las complicadas escolleras del día a día...

No temáis al futuro. Hay algo profundamente hermoso en tener la certeza de que nada puede ser peor que lo vivido, lo sé, porque, como algunos gatos de Gorliz, he gastado un puñado de vidas en llegar a la que vivo. 

Como los mecheros de gas recargables, de tanto en tanto hay uno que parece eterno, que resulta imprescindible, que se convierte en algo más que un fiel compañero a pesar del uso que le damos, y 2022 podría ser nuestro año. Obviamente arreglaremos cuentas con él dentro de 12 meses, pero, entretanto, disfrutad del abismo que se abrirá ante nosotros dentro de unas horas, con fe ciega en que cuando San Pedro de Bermeo nos pregunte a las puertas del Cielo si hemos vivido, podamos decirle con la cabeza bien alta que hemos usado hasta sus últimas consecuencias el regalo que nos hizo Jaungoikoa cuando vinimos al mundo. 

Tenemos el deber de vivir. Hay quien lo olvida o quien se pone como Hamilton ante el resultado de 2021, pero hay que vivir, a veces para que los garabatos de los demás tengan sentido, para que sean ellos quienes cumplan sus promesas y sueños, para que sus ilusiones sorteen los arrecifes, y si no lo consiguen o han quedado en el camino, nosotros sintamos que lo intentamos, que estuvimos allí, o aquí, que formamos parte de su película, que nuestra mano no fue cicatera con la suya. Vivir al lado de otros no es una mala manera de vivir, ni de morir.

Y si os fallan las fuerzas, recordad siempre a Melville: «¡Bebed, arponeros! Bebed y blasfemad, hombres que tripuláis la mortal proa de la lancha ballenera: ¡Muerte a Moby Dick! ¡Dios nos dé caza a todos si no damos caza a Moby Dick hasta matarla!»

Alfredo lucha contra un cáncer y abusando de vuestra confianza quiero dedicarle a él estas líneas previas a Nochevieja. 

No está solo pero precisa saberlo, notarlo, percibir que hay alguien al otro lado para que su lucha siga teniendo sentido. Él lo necesita, y yo también, porque el círculo sólo se cierra cuando a pesar de las diferencias ideológicas y las distancias, la edad (tal vez), la humanidad nos enseña que somos más iguales de lo que podríamos llegar a pensar. Empatizar es sencillo, basta olvidar que las diferencias fueron trazadas con escuadra y cartabón por imbéciles que pensaron desde sus fríos despachos que todos los mecheros son iguales y su vida útil es pareja.

Cerramos un año de mierda, y hay que decirlo. Bienvenido sea 2022, siquiera por las oportunidades que nos dibuja. El resto, sencillamente no importa...

Os leo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sigo pensando, y lo diré mil veces, q a Lewis le robaron el mundial. ¿Cuanto más durará la matraca esa?

Feliz Año!!!

King Crimson

DeLorean dijo...

Qué pensará el pobre Kimi, que en 2008 va camino de ganar en Canadá para colocarse 1o en la general (y afianzarse en la Scuderia)... y llega el tipo más tramposo de la F1 y, en lugar de empotrarse contra el bueno de Robert, escoge a su máximo rival.

Sí, si aquella carrera se suma a la de China, donde el de Espoo esperó a Todt JR... lo mismo el primer campeonato de Lewis habría sido con Mercedes. ;)

¿No podría haber llorado Kimi por aquel mundial que entre Lewis y Ferrari le arrebataron? ¿Y por el de 2003, cruel como pocos? Y sin embargo el finlandés se va como lo que es, un hombre, mientras el chav permite que los rumores ensucien un entorchado más que merecido, el de Max Verstappen (un pilotazo como pocos).

Supongo que esa siempre fue la diferencia, Kimi jamás aceptó el ala de nadie, ni la de Ron, ni la de Nicolás ni mucho menos habría aceptado la de Toto. Tampoco necesita a la prensa, si acaso al amigo Kulta. Y por eso para mí es una leyenda, como lo fue Mika (uno de los grandes) o el propio Fernando.

Es lo que tiene aprender a volar solo a fuerza de gravedad, que pierdes el miedo a romperte las alas y a manchar tu plumaje en Wikipedia...

Feliz año y mucha fuerza a todos. :)

Unknown dijo...

Me ha encantado , José, no tengo nada que decir, simplemente me ha encantado leerte.

Anónimo dijo...

La verdad , como casi siempre iba con prisa, pero es tan profundo y a la vez agradable, que no me quedo otra que pararme y leerlo entero.

Gracias