Vaya por delante que Mohamed Ben Sulayem no me provoca sentimientos positivos ni negativos. Es el nuevo Presidente de la Federación Internacional del Automovilismo, y, como tal, sólo espero que nos haga olvidar pronto a sus antecesores, aunque imagino que lo tendrá jodido, al menos tanto como el Papa Francisco. El Vaticano y la FIA gozan de cultura propia y, como advirtió en su día Ari Vatanen, cuando perdió su carrera a la Presidencia frente a Jean Todt, el problema está en que hay que dinamitar esa cultura para soñar siquiera con avanzar un paso...
Dicho esto, si me he puesto a echar el ratito sobre el emiratí es porque ya hay quien empieza a ver (preventivamente) fantasmas.
Sí, es curioso que algunos círculos estén valorando las supuestas tendencias de Ben Sulayem hacia el deporte español y sus figuras, sin haberse molestado en analizar las que mostraron en sus cargos Max Mosley o el ya mencionado Jean Todt. Sin ese juicio preliminar sólo se me ocurre que hay exceso de mala baba y cierta precipitación en arrogar al nuevo Presidente actitudes que no importaban tanto hasta quien dice anteayer.
Como en los cuentos que comenzaban con «Érase una vez», únicamente le pido a nuestro nuevo regente que sea recto, sabio y justo, y que Alá guíe su juicio, porque incluso un cristiano viejo como yo se comportará como un leal vasallo si cumple, y si no, se lo demandaré como he venido haciendo con los Presidentes de la FIA desde que andaba por ahí Paul Metternich y Jean-Marie Balestre ejercía de su mano derecha.
Y si puede echarnos un capote, más agradecido aún, ya que, honestamente, creo que nos lo merecemos [Lo increíble] y ya tocaba.
Os leo.
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