jueves, 12 de septiembre de 2024

¡Sal de ahí, Lando!


Comenzaba la anotación dedicada a Lando después del Gran Premio de Austria con estas palabras: «Si despojamos a Norris de esa prensa entregadita que ve en él a un nuevo Hamilton, o de esa afición que reclama voz en grito su descubrimiento, para asimilarse así a las generaciones que descubrieron a Senna, a Schumacher, o Alonso en España, nos queda un chiquillo con toda la vida por delante que está pagando demasiado caro su urgencia...» [Habrá más], y doy inicio a la entrada de hoy recordándolas, porque, para mi gusto, el problema sigue estando donde estaba en julio y donde ha estado siempre.

Lando no sabe ser líder, le viene grande el cometido. Duda en los momentos decisivos, solicita instrucciones por radio a la menor oportunidad, vive como de prestado porque ni ha interiorizado que es hoy cuando le toca mostrar su confianza en sí mismo, ni acepta que Piastri es un obstáculo que él mismo está creando con sus titubeos y delicada fortaleza mental.

Ahora llora por su situación y esto sólo la empeora porque se está metiendo tanta presión que difícilmente la soportará. Pide intervención a su equipo reclamándole que tome decisiones sobre asuntos que él debería resolver en pista, mientras Oscar se le sigue subiendo a la chepa porque para el australiano únicamente existe una necesidad: saciar su hambre de ser mejor que su compañero, que todos.

El de Bristol tiene ante sí una complicada papeleta. A mi modo de ver debería dejar de leer prensa especialista británica para centrarse en sí mismo y en sus oportunidades sin asesinar el rato esperando a que venga a salvarlo el Séptimo de Caballería. Le falta ese puntito egoísta que distingue a los mejores luchadores aunque lo tiene todo para ser un gigante, pero mientras siga pensando que es un enano, y no de Moria, precisamente, va a perder todas las batallas que enfrente.

Manuel Alcántara, que además de grandioso periodista y poeta sabía un huevo y la yema del otro sobre pugilismo profesional, decía que a Paulino Uzcudun, y sobre todo a José Manuel Ibar «Urtain», les hacía doblar la rodilla con mayor facilidad el coro de aduladores que llevaban consigo, que la falta de técnica o un mal golpe propinado por el contrincante, y el ejemplo es aplicable a Norris, porque o sale del ambiente nocivo que lo rodea o perderá un tren que a lo peor no vuelve a pasar.

Os leo.

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