Si despojamos a Norris de esa prensa entregadita que ve en él a un nuevo Hamilton, o de esa afición que reclama voz en grito su descubrimiento, para asimilarse así a las generaciones que descubrieron a Senna, a Schumacher, o Alonso en España, nos queda un chiquillo con toda la vida por delante que está pagando demasiado caro su urgencia por superar a Verstappen en Spielberg.
No creo que Lando merezca este trato, y lo digo honestamente. Dispone de unas manos divinas pero todavía está por hacer. Apunta muy alto, pero la Fórmula 1 ya no es el lugar que era antes y, ahora, además de un buen coche y un buen equipo, hace falta que los astros no se conjuren contra ti. Le daría el tiempo que le están escatimando los ansiosos, pero qué os voy a contar que no me conozcáis por haberlo escrito antes. En sentido estricto me importa un pimiento dónde llegue o cuán alto o rápido lo haga; me gusta en estos instantes, pudiéndolo disfrutar en los buenos y malos momentos, básicamente porque sé que con él siempre habrá más...
Os leo.
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