martes, 17 de septiembre de 2024

Austral 2


La marea albiceleste está a un tris de joder todo lo bueno que tiene por delante Franco. El chiquillo conduce un Williams de 2024, no me cansaré de repetirlo, un vehículo que no está para gestas ni para homenajes tempranos a Reutemann. ¡Dejémoslo estar, por Dios!, ¡o le acabaremos haciendo daño!

Si en Monza su ventaja era que el trazado italiano no requiere de una downforce elaborada en el fondo curvado, cosa que beneficiaba a su monoplaza, en Bakú ha sido la propia ratonera y un poco de buena fortuna extra pues Norris, Ocon, Gasly y Hamilton partían desde donde Brian perdió su sandalia y Bearman sustituía a Magnussen, lo que ha facilitado que nuestro protagonista se mantuviera en el primer tramo de la prueba y pudiera mantenerse después. El argentino partía nono y ha concluido octavo, y porque Pérez y Sáinz se han descartado...

No hay absolutamente nada que reprochar al de Pilar. Al contrario, el pibe ha estado muy por encima de las previsiones y éste debería ser el mayor motivo de felicidad. Da la talla, se muestra resuelto en pista, es capaz de hincar el diente a un rival, obtiene puntos y devuelve el coche íntegro a garajes, pero si su hinchada sigue elevando las expectativas no sé qué será si sufre un contratiempo en Marina Bay o en las carreras posteriores, o si su montura falla.

Flaco favor nos hacemos (todos) si no le damos el margen de evolución que precisa. Ni es Senna —¡anda que teniendo a Fangio andemos mirando al paulista!— ni falta que le hace parecerse a nadie porque todavía se está construyendo. Está creciendo ante nuestros ojos y ése es el regalo: que lo podemos ver, que podemos seguir sus evoluciones, que podemos estar con él a las duras y las maduras, en los éxitos y los fracasos. Todo lo demás es infantilismo del peor cuño, prisa, urgencia que no ha pedido nadie y él no merece.

¡Dejadle un poquito en paz...!

Os leo.

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