domingo, 22 de septiembre de 2024

Tuit serio


Llegábamos engorilados al Gran Premio de Singapur, rebosando verdades absolutas y felicidad a raudales, y, lógicamente, a mí me ha sabido a nada la bendita carrera, porque quitando al pibe devorando posiciones en la arrancada y Norris aguantando la primera curva para jugársela tontamente durante el transcurso de la prueba, cuando no tenía ni que arriesgar, nos ha quedado lo de siempre, un par de destellos o tres, Ricciardo inmolándose cumpliendo escrupulosamente las órdenes recibidas, un Alonso muy por encima de su monoplaza y un Verstappen que ha preferido guardar ases para cuando le hagan falta.

Ferrari se ha mostrado desvanecida en Marina Bay, Pérez inane, Mercedes AMG, pues eso, que no hay Dios que la entienda, y es que, al final, a un parada como estrategia óptima en una pista con temperatura en declive y una selección de compuestos que daría para cubrir la madrugada en Le Mans, la cosa sólo ha dado para luchar contra la modorra de la digestión y mantener los ojos abiertos como se los tenían a Malcolm McDowell mientras resocializaban a su personaje en La Naranja Mecánica.

Viene este parón que tampoco comprende nadie aunque no falta quien lo alabe, y el prurito de poder afirmar en público que aguantamos como jabatos lo que nos echen, por el apasionamiento, vaya, pero Singapur nos ha recibido con un abrazo frío y nos ha despedido de la misma manera.

Algo más de cuarenta segundos entre Lando y Oscar, Max intercalado a unos veinte, ocupando la segunda posición, y caras de ¡joder qué largo se está haciendo esto! en el podio. Habrá que esperar a Austin, ¡mecachis!

Os leo.

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