Hoy he desayunado con el Periodista de los jueves, un buen y viejo amigo, un tipo legal. Él también había visto la estúpida intentona de Ted Kravitz por enmarronar a Oscar Piastri haciéndole en la rueda de prensa del GP de Azerbaiyán, ese tipo de preguntas que los malos periodistas británicos jamás hacen a los pilotos británicos de Fórmula 1.
Según él no hay tantos periodistas buenos en Reino Unido como para hacer de los malos una categoría.
Allí es distinto, me decía. Allí están acostumbrados a que un experto sea a su vez el director de una agencia de colocación de saldos o paquetes o esté cobrando en B de una escudería, de manera que, o eres isleño o te puedes comer fácilmente un mojón. Además, ha continuado, ellos escriben y hablan para ellos y les importa un pimiento si no lo aceptas o te sientes engañado, estafado o defraudado. Es como con su lengua, insistía. Si no sabes inglés te jodes. No van a mover un dedo por aprender tu idioma o por hacerse entender, y Kravitz es de esos.
He debido hacer un gesto raro mientras daba un sorbo al café, pues el Periodista de los jueves recobraba el pulso narrativo después de haber hecho pausa, afirmando, con amable contundencia, que la culpa es nuestra y sólo nuestra. Ellos se creen el ombligo del mundo y nosotros se lo compramos, y a partir de ahí se crecen porque funciona...
Va a ser eso, me ha salido. Sí, no tengas duda, ha soltado a modo de colofón. Lo mejor es hacer con ellos como hizo Oscar ayer, tomárselo deportivamente, haciéndole ver al gilipollas ese que sus opiniones sólo valen para limpiarse con ellas salva sea la parte.
Os leo.
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