jueves, 5 de septiembre de 2024

Austral 1


No sé mucho de todo esto. Carezco de curriculum destacable, de publicaciones a pesar de haberlas prometido tantas y tantas veces; no soy periodista ni lo quiero ser, como Feijóo, aunque una vez lo intenté porque todos sufrimos episodios de idiocia y a mí también me tocó superar el mío. 

En épocas dejadas me vale con un sujetador copa 65, así que de selfies nada, mucho menos con la poca fe que tengo en que sea relevante pasear por los circuitos para hacer caja de seguidores a base del legendario «tiran más dos tetas que dos carretas». 

Hice de paquete en una Honda CBR que redujo a nada la distancia entre Zabalburu y Artxanda, ocupé el asiento de copiloto en un SEAT 850 preparado para la Subida a la Reineta, en un Alpine 1600 que iba a competir en la Jaizkibel. Fui dócil con Emilio en un Lancia Delta HF1 Integrale, mientras él conducía, y me jugué mis días, los míos y los de otros, volviendo a toda pastilla de Barcelona sobre mi fiel Ford Fiesta 1.4 Sport porque Cata había sufrido un desprendimiento de placenta que puso en riesgo su vida y la de mi hijo Josu, aún no nacido. Dejé de conducir en 1997 aunque acabo de renovar el carnet...

Escribo fabulosamente de la vida, a decir de algunos, pero siendo usuario de transporte público desde hace casi treinta años y habiendo renunciado a ser periodista y a pasearme por Montmeló, entiendo perfectamente que también se diga que no sé nada de todo esto, aunque ejerza de grano en el culo desde el 3 de agosto de 2007 y no pretenda cambiar después de 7.583 contribuciones a la paz del mundo; pero que me aspen, ¡joder, que me pellizquen!, cuando veo a mi alrededor tanto experto como nunca en redes sociales, que diría Umbral, y percibo que en vez de avanzar hemos retrocedido hasta el punto de no saber valorar que Franco ha sacado astillas a su primera oportunidad de destacar en Fórmula 1.

Un Williams de 2024 es una herramienta vieja desde comienzos de pretemporada. Ver su suelo y compararlo con el de un Red Bull, por ejemplo, sólo supone tomarle la medida a la pobreza de recursos en F1. Pero el pibe supo llevarlo hasta el duodécimo puesto en su bautismo de fuego. Que sí, que ha sido Monza, donde ganó Vettel con un Toro Rosso en 2008 y Pierre Gasly con un Alpha Tauri en 2020, un trazado que no penaliza tanto las debilidades aerodinámicas pero donde hay que apretar los dientes para que la herramienta aguante y tire, y tire, y tire hasta completar el sueño.

Franco lo ha hecho por mucho que algunos expertos de chichinabo siembren dudas y la jauría de descontentos se haya tirado a sus pantorrillas. ¿Esperaban más? ¡Joder, yo también de mi vida ahora que estoy a punto de jubilarme! Pero en Fórmula 1 hay que aceptar que habitamos el territorio del resultadismo, y si Ayrton dijo que el segundo es el primero de los perdedores, admitamos al menos que el de Pilar dejó atrás a ocho rivales, es decir: fue el primero de los nueve últimos, y con un puto Williams, hoy por hoy el peor monoplaza de la parrilla.

Os leo.

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