Fortuna fue que don Bernardo el inglés largara más extenso que al pie, desvelando en su desparpajo que, en sabiendo lo que se había cocido aquella noche de dos mil ocho, prefirieron él y don Maximiliano cerrar la cosa en falso, callar como vulgares rameras dando por bueno el resultado, y facultar así que don Luís I de Inglaterra consiguiera allí su primera corona, de las innumerables que ha acumulado, una vez el destino selló el azar bajo siete cerrojos en Interlagos.
Herido en su amor propio y exigiendo desagravio, o, acaso, unas perrillas con que mitigar una miaja su infinito dolor, don Felipe Massa, El Mío por no ser de otros ni entonces ni ahora, viole al asunto las vueltas que no quisieron verle los antes aludidos, y dióselas, y presentole a la Justicia recta y justa reclamación, armada y delicadamente argumentada con letras capitulares, fina caligrafía y diferentes lazos decorativos hábilmente trazados con pluma, pues a tal fin contaba con la colaboración de avezados picapleitos y la promesa de don Bernardo de testificar al suyo favor...
Nada conocemos de cómo fluye en la actualidad tan grave acaecer, que siendo en sí contratiempo y profunda pena, también supone cosa de agradecer, pues habiendo quien, sabido y docto en sus entresijos, ha decidido bajar el tono y la forma en tanto se disputaba la cita de Singapur, los más cautos han preferido achantar la mui y no aludir, ni en un desliz, a don Fernando Alonso ni a don Flavio Briatore, y en hora grata la paz por fin ha reinado entre nosotros este pasado fin de semana.
La disputa —¡vaya, no era tan virgen!— ha discurrido estas fechas más calma que otras veces.
Se ha atenuado el ruido tan abundante otras ocasiones y sólo algunos mendaces lenguaraces han insistido en referir el suceso en sus términos coloquiales que son de sobra conocidos, aunque cabe confirmar que con la boca pequeña o, acaso, de rondón, coladillo o entre líneas, no fuera a ser que la Justicia con mayúsculas acabe dando la razón que tiene a don Felipe, El Mío porque en aquel aquél no había nadie que lo arropase, y terminen ellos con el trasero y las partes pudendas a la intemperie.
Bien está lo que bien acaba, o eso dicen. Os leo.
1 comentario:
Pardiez, Maese Tellaetxe, que tremebunda reflexión sea pregonada a los cuatro vientos por este nuestro reino, en el que el sol no se pone... Qué britanos, ni tan gallardos ni tan valerosos cuando la brisa no sopla a favor. 🤣🤣🤣
Magistral, Maese, magistral.
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