Aunque al final de las 500 Millas de Indianápolis le sobraron algunas dosis massinianas en Dirección de Carrera en cuanto a la lectura del Reglamento, la victoria de Josef Newgarden fue tan incontestable como bella, lo que ayudó a templar las sensaciones agridulces que habían dejado un Palou herido casi de muerte por Veekay en los primeros compases de la prueba —metafóricamente hablando—, que aún y así supo remontar como un endemoniado para disputar las últimas millas en la vuelta del líder, y un Pato O'Ward al que le sobró optimismo intentando superar a Marcus Ericsson y acabó pagando carísimo su atrevimiento.
El sueco de Chip Ganassi creyó tenerlas todas consigo pero finalmente se cruzó en su camino Newgarden, con añagaza incluida, lo que, a la postre, supuso que fuera el de Nashville quien se llevara el gato al agua y bebiera leche en lo más alto del podio.
Os leo.
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